Ocean Infinity retoma la búsqueda del vuelo MH370 más de una década después de su desaparición
Más de una década después de su desaparición, la búsqueda del MH370 vuelve al océano Índico con nueva tecnología, zonas más acotadas y la misma pregunta abierta sobre qué ocurrió realmente.
Autor - Aldo Venuta Rodríguez
5 min lectura
Hay desapariciones que, con el tiempo, dejan de ser noticia y se convierten en ruido de fondo. El MH370 es lo contrario: cuanto más pasa el tiempo, más se nota lo raro que es que un avión comercial pueda esfumarse sin un lugar final claro. No es solo un caso sin cierre. Es una grieta en la promesa básica de la aviación moderna: que casi todo se puede rastrear.
La búsqueda del vuelo MH370 de Malaysia Airlines se reanuda con Ocean Infinity, una empresa privada especializada en robótica marina y exploración del fondo oceánico. El plan vuelve a situar el foco en el océano Índico, en un área donde se cree que hay más probabilidad de encontrar el avión. Malasia, según lo publicado, ha acordado pagar si se localiza el aparato, un modelo que mezcla urgencia pública y riesgo privado: si no hay hallazgo, no hay recompensa.
Lo que se sabe del inicio del misterio sigue siendo brutalmente simple. El Boeing 777 salió de Kuala Lumpur rumbo a Pekín en la madrugada del 8 de marzo de 2014 con 12 tripulantes y 227 pasajeros. En un momento del vuelo, giró hacia el oeste, se desvió de su ruta y desapareció de la cobertura de radar cuando volaba sobre el mar de Andamán. Después de eso, la historia se sostiene en señales indirectas: satélites que recibieron “pings” durante horas, hasta que se cree que el avión se quedó sin combustible.
Esos pings no dan una dirección exacta, pero sí permiten acotar una especie de corredor probable. El problema es la escala: incluso con triangulaciones y modelos, se habla de zonas inmensas, del tamaño de un país pequeño, pero bajo agua profunda y con un fondo marino que no es una mesa plana. Aun así, con los años han aparecido restos en distintas costas del Índico identificados como pertenecientes al MH370: fragmentos de ala, partes de la cabina, piezas del motor. Es una confirmación amarga: algo cayó al mar, pero no dice dónde está el conjunto principal ni por qué terminó allí.
Ocean Infinity no llega como novedad absoluta. Ya buscó en 2018 sin éxito en una superficie enorme del océano. La diferencia ahora es doble: por un lado, una nueva campaña apunta a zonas “prioritarias” más concretas, y por otro, la confianza en sistemas autónomos que han madurado. La compañía ganó notoriedad por participar en el hallazgo del Endurance, el barco de Shackleton, encontrado en 2022. Eso no garantiza nada para el MH370, pero sí muestra que no se trata de un equipo improvisado.
El corazón de la operación son vehículos submarinos autónomos capaces de mapear el fondo a profundidades de hasta 6.000 metros, generando modelos en 3D con sonar y sensores. La promesa es tentadora: máquinas que recorren el lecho marino durante largas horas, detectan “puntos de interés” y, si algo parece un objeto grande o metálico, permiten enviar equipos más precisos para filmar, fotografiar o inspeccionar. En teoría, la cadena es clara: primero, búsqueda amplia; luego, verificación; después, confirmación.
Pero el punto crítico es que la tecnología no elimina el principal riesgo: buscar en el lugar equivocado, o pasar cerca sin identificar. El fondo del Índico no es un desierto uniforme. Hay crestas, cañones, pendientes bruscas, zonas volcánicas, y además el clima y el mar pueden cortar una expedición en seco. De hecho, una campaña previa se canceló por malas condiciones meteorológicas tras pocas semanas. No basta con tener robots capaces de bajar: hay que mantenerlos operando, recuperarlos, recargarlos, revisar datos y repetir, todo en un entorno hostil durante semanas.
También hay un límite narrativo que conviene decir sin rodeos: incluso si aparece el avión, encontrarlo no “explica” automáticamente lo que pasó. Un hallazgo puede cerrar el mapa, pero no siempre cierra la causa. Puede dar pistas físicas —la forma de los daños, la dispersión de restos, la localización exacta—, pero puede no resolver la pregunta que más obsesiona: qué ocurrió en cabina o por qué el avión cambió de rumbo. Y si la recuperación es parcial o difícil, el margen para interpretaciones seguirá existiendo.
Aun así, esta búsqueda importa por una razón más humana que tecnológica: el caso sigue abierto para familias y para una industria que presume de control. Ocean Infinity vuelve al fondo del mar con mejores herramientas y con una zona más enfocada, pero el resultado no depende solo de potencia. Depende de decisiones: dónde mirar, cuánto insistir y qué se considera evidencia suficiente. Después de más de una década, la pregunta final no ha cambiado: no es si el MH370 está en el océano, sino si alguien logrará señalar el punto exacto y decir, por fin, “aquí”.
Fuente: The Guardian
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