Científicos secuencian el ARN más antiguo conocido a partir de un mamut lanudo

El hallazgo demuestra que incluso las moléculas más frágiles pueden preservarse durante miles de años en hielo profundo, permitiendo estudiar procesos celulares de especies extintas

Autor - Aldo Venuta Rodríguez

5 min lectura

Pierna bien conservada del mamut Yuka que permitió recuperar moléculas de ARN antiguas
Parte inferior de la pierna del mamut Yuka conservada en excelente estado. Crédito: Valeri Plotnikov.

La posibilidad de recuperar información molecular de animales extintos siempre ha estado limitada por la fragilidad del material genético. Durante décadas, los avances en ADN antiguo permitieron reconstruir genomas de mamuts, neandertales y otras especies desaparecidas. Sin embargo, el ARN —mucho más inestable— se consideraba fuera del alcance. Su degradación rápida hacía pensar que jamás podría encontrarse en organismos que murieron hace miles de años.

Aun así, una nueva investigación ha logrado demostrar lo contrario: fragmentos de ARN preservados en condiciones excepcionales pueden sobrevivir decenas de milenios. Y el caso más sorprendente hasta ahora proviene de un mamut lanudo que habitó Siberia durante la última Edad de Hielo.

El ejemplar, conocido como Yuka, fue hallado en un estado de conservación notable gracias al permafrost, que actuó como una nevera natural durante casi 40.000 años. Este entorno congelado permitió preservar tejidos blandos y estructuras celulares que, en condiciones normales, desaparecerían en cuestión de días. Gracias a esa preservación tan poco común, los investigadores pudieron recuperar pequeñas moléculas de ARN que mantenían información biológica útil.

Este avance no solo desafía la idea tradicional sobre la fragilidad del ARN, sino que abre la puerta a estudiar procesos celulares en especies extintas, algo que hasta ahora era considerado imposible. Para los especialistas, disponer de ARN antiguo equivale a obtener una fotografía molecular del funcionamiento interno del cuerpo en los momentos finales de la vida del animal.

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Una nueva ventana a la biología de las especies extintas

Mientras que el ADN ofrece una visión amplia del genoma, el ARN revela qué genes estaban activos en un tejido específico. Es decir, muestra qué funciones celulares estaban en marcha cuando el animal aún vivía. Por eso, la recuperación de ARN antiguo permite responder preguntas que el ADN por sí solo no puede contestar.

En el caso del mamut lanudo, los fragmentos analizados procedían de tejido muscular, uno de los más representativos para estudiar funciones básicas como la contracción, el metabolismo energético y las respuestas al estrés físico. Según los investigadores, los patrones encontrados en estas moléculas indican que ciertos genes relacionados con la actividad muscular estaban activos en el momento de su muerte. Esa señal biológica coincide con estudios previos que sugerían que Yuka sufrió un episodio de estrés extremo poco antes de morir.

Además del ARN mensajero, los científicos lograron identificar microARN, pequeñas moléculas encargadas de regular la activación de genes. Este hallazgo es especialmente relevante, ya que los microARN son incluso más frágiles que el ARN convencional. Su presencia supone una confirmación adicional de que la muestra estaba extraordinariamente bien conservada y que es posible recuperar información regulatoria en restos tan antiguos.

La detección de microARN también ayudó a confirmar el origen del tejido. Algunos de estos fragmentos mostraban mutaciones específicas que coinciden con las variaciones genéticas conocidas de los mamuts lanudos. Este detalle constituye una prueba clara de que el material analizado no proviene de contaminación moderna ni de microorganismos presentes en el suelo, sino del propio animal.

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El descubrimiento abre la posibilidad de estudiar procesos biológicos que antes se consideraban inaccesibles. A partir de now, es factible investigar cómo respondían los tejidos de estas especies al frío extremo, al hambre, a las infecciones o a las amenazas de depredadores. También podría permitir comparar la fisiología de los mamuts con la de animales actuales como los elefantes.

Otro punto clave es que esta técnica podría permitir recuperar información sobre virus de ARN antiguos, como ciertos tipos de gripe o coronavirus, siempre y cuando existan tejidos congelados que los hayan preservado. Aunque este tipo de estudios requiere cuidado extremo, su potencial para entender la evolución de enfermedades es enorme.

El hallazgo también plantea nuevas posibilidades para la paleogenética. Hasta ahora, se asumía que el ADN era la única molécula rescatable en organismos tan antiguos. Pero los investigadores creen que combinando ADN, ARN, proteínas y otras biomoléculas será posible reconstruir no solo la historia genética, sino también aspectos fisiológicos y metabólicos de especies extintas.

La conservación del mamut también ayuda a comprender mejor el ecosistema en el que vivió. Los mamuts lanudos recorrían las grandes estepas frías del norte de Eurasia y América del Norte. Estaban adaptados a temperaturas extremas y desarrollaron características únicas como pelaje muy denso, gruesas capas de grasa y colmillos curvados. Su desaparición coincidió con el cambio climático natural al final de la Edad de Hielo, cuando sus hábitats comenzaron a reducirse.

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Este tipo de estudios permite observar no solo cómo vivían estos animales, sino cómo reaccionaban a los cambios ambientales. Incluso podría aportar pistas sobre por qué algunas poblaciones lograron sobrevivir miles de años más en islas árticas aisladas.

El futuro del análisis de ARN antiguo dependerá de encontrar más muestras en condiciones excepcionales. No todos los restos congelados contienen material tan bien preservado como el de Yuka, pero ahora existe evidencia sólida de que el ARN puede sobrevivir mucho más tiempo del que se creía. Esto invita a buscar nuevas muestras en regiones polares y permafrost profundo.

Si esta línea de investigación continúa avanzando, podríamos estar ante un cambio profundo en la forma en que estudiamos la vida del pasado. La posibilidad de acceder a genes “en acción” en animales extintos abre una dimensión completamente nueva para la paleontología, la biología evolutiva y la genética.

Fuente: Cell Press

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Preguntas frecuentes

¿Qué lograron exactamente los científicos con el mamut lanudo Yuka?

Lograron secuenciar fragmentos de ARN preservados durante casi 40.000 años, convirtiéndose en el material genético más antiguo de este tipo jamás recuperado.

¿Por qué es importante el ARN en comparación con el ADN?

Porque el ARN muestra qué genes estaban activos en los tejidos del animal antes de morir, ofreciendo una visión directa de su biología y procesos celulares en ese momento.

¿Qué permitió conservar el ARN del mamut durante tanto tiempo?

El permafrost de Siberia actuó como una nevera natural, manteniendo los tejidos congelados y evitando la degradación molecular del ARN y otras biomoléculas.

¿Qué nuevas posibilidades abre este descubrimiento?

Permite estudiar funciones celulares, virus antiguos y respuestas fisiológicas de especies extintas, marcando un nuevo horizonte para la paleogenética y la biología evolutiva.

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