El extraño cometa 3I/ATLAS revela volcanes de agua helada y más metales que cualquier otro conocido

Nuevos análisis revelan que el cometa interestelar 3I/ATLAS expulsa chorros de agua helada y contiene cantidades excepcionales de metales, una combinación nunca vista en un cometa conocido

Autor - Aldo Venuta Rodríguez

5 min lectura

El cometa 3I/ATLAS como un punto brillante con una corta cola, captado por la misión PUNCH
Imagen combinada de la misión PUNCH donde el cometa 3I/ATLAS aparece como un punto luminoso con una breve cola, acompañado de trazos estelares en el fondo. Crédito: Instituto de Investigación del Sudoeste/NASA.

El cometa interestelar 3I/ATLAS continúa desconcertando a los científicos. Nuevos análisis realizados desde el Observatorio del Montsec, en Cataluña, han revelado dos características que no encajan con ningún otro cometa estudiado hasta ahora: actividad volcánica de agua helada y una concentración inesperadamente alta de metales como hierro y níquel. Para un objeto que llega desde otro sistema estelar, estos rasgos no solo lo vuelven único, sino que abren una ventana a procesos químicos que no se dan en nuestro vecindario solar.

En apenas cinco meses desde su descubrimiento, 3I/ATLAS se ha convertido en uno de los objetos más fascinantes del cielo. Su comportamiento no se ajusta a los modelos clásicos, lo que explica por qué cada observación añade más preguntas que respuestas.

Un cometa con volcanes helados que no deberían existir

Las observaciones muestran chorros que brotan desde el interior del cometa, impulsados por agua helada que sublima y reacciona con su composición metálica. Esta actividad, parecida al vulcanismo pero en versión congelada, demuestra que el cometa tiene una dinámica interna más compleja de lo que se pensaba al principio.

A diferencia de los cometas habituales, cuya actividad se genera principalmente cuando el hielo se calienta por el Sol, 3I/ATLAS parece liberar energía adicional desde su interior. Este detalle es clave: indica que el agua no solo se evapora, sino que interactúa químicamente con el polvo metálico que forma el cuerpo del cometa.

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Esa reacción libera gases que quedan atrapados bajo la superficie hasta que finalmente salen expulsados en forma de chorros visibles. El resultado es un paisaje inestable, que se abre y se cierra a medida que estas erupciones heladas remodelan su superficie.

Ningún otro cometa registrado en el sistema solar muestra un proceso tan marcado ni tan persistente.

Una mezcla de metales inesperada que desconcierta a los astrónomos

Lo que más ha sorprendido al equipo es la enorme cantidad de hierro y níquel presente en el cometa. Su proporción supera por mucho a la de cualquier cometa local, lo que sugiere que se formó en un entorno radicalmente distinto al que dio origen a los cuerpos helados del sistema solar.

La única referencia que tenemos en la Tierra con una química parecida son las condritas carbonáceas, un tipo raro de meteorito muy antiguo que conserva materiales de los primeros días del sistema solar. Esa coincidencia no implica que 3I/ATLAS sea idéntico, pero sí ofrece una pista sobre cómo se comporta el agua cuando está mezclada con polvo metálico en el interior de un cuerpo pequeño.

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El hierro puede oxidarse cuando entra en contacto con agua sublimada, generando minerales como la magnetita y liberando calor. Esa energía adicional podría estar alimentando la actividad volcánica helada que observamos ahora. Es un mecanismo completamente distinto al que se creía típico de los cometas.

Para los astrónomos, este hallazgo implica que otros sistemas estelares podrían producir cuerpos muy diferentes a los que conocemos aquí.

Un cometa que obliga a reescribir lo que creíamos saber sobre la formación de mundos

La NASA ya adelantó que 3I/ATLAS no se parecía a ningún cometa estudiado hasta ahora, pero estos resultados consolidan esa afirmación. Su comportamiento desafía los modelos tradicionales y su química interna muestra que la galáctica es mucho más variada de lo que imaginábamos.

Los científicos consideran que este cometa ofrecerá claves sobre cómo se forman los materiales sólidos en otros sistemas planetarios. Además, permitirá entender por qué ciertos cuerpos evolucionan hacia estructuras ricas en hielo, mientras que otros desarrollan composiciones más metálicas o mixtas.

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Cada observación refuerza la idea de que no existe un “cometa estándar” en la galaxia. Lo que estamos viendo con 3I/ATLAS podría ser común en otros lugares, aunque desde la Tierra solo ahora comenzamos a detectarlo.

Su acercamiento en diciembre ofrecerá nuevas oportunidades para estudiarlo

El cometa alcanzará su punto más cercano a la Tierra el 19 de diciembre, a unos 270 millones de kilómetros. No supone ningún riesgo, pero sí abre una ventana para obtener imágenes y mediciones mucho más precisas.

Los observatorios espaciales y terrestres ya están preparados para aprovechar ese momento. Aunque el cometa no será visible a simple vista, los instrumentos más sensibles podrían captar detalles de su actividad que hasta ahora han pasado desapercibidos.

Cada nueva medición ayudará a reconstruir su historia: de qué tipo de estrella nació, qué procesos moldearon su interior y por qué su composición es tan distinta a la de los cometas locales. Nada indica que 3I/ATLAS vaya a dejar de sorprender.

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Fuente: Wired

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