Estados Unidos lanza ataques a gran escala contra objetivos de ISIS en Siria

La ofensiva no busca cambiar la guerra en Siria, sino reafirmar una línea roja. Estados Unidos ha respondido con una operación militar amplia y rápida tras el asesinato de personal estadounidense, dejando claro que cualquier ataque directo contra sus tropas tendrá un coste inmediato, aunque el conflicto sirio lleve años fuera del foco principal.

Durante las últimas horas, fuerzas estadounidenses bombardearon decenas de posiciones vinculadas al ISIS en el centro del país. No se trata de una campaña prolongada ni de una escalada clásica, sino de un castigo concentrado: golpear infraestructuras, arsenales y combatientes para degradar la capacidad del grupo de repetir ataques similares. El mensaje es simple: el ISIS puede estar debilitado, pero no olvidado.

El detonante fue un ataque contra un convoy conjunto cerca de Palmira, en el que murieron dos soldados estadounidenses y un intérprete civil. Ese episodio rompió el equilibrio precario que Washington intenta mantener en Siria: presencia militar mínima, cooperación táctica con autoridades locales y uso puntual de la fuerza. Cuando ese esquema falla, la respuesta es directa y visible.

Este episodio importa ahora porque desmonta una idea extendida: que el ISIS es un problema residual. Aunque ya no controla territorio como en el pasado, sigue operando mediante células dispersas capaces de infiltrarse, atacar y desestabilizar zonas clave. Para Estados Unidos, tolerar ese tipo de ataques sería asumir un riesgo político y militar inaceptable, especialmente con alrededor de mil soldados desplegados sobre el terreno.

El contexto político añade una capa más de complejidad. El presidente Donald Trump ha presentado los bombardeos como una represalia contundente y ha subrayado el respaldo del actual gobierno sirio. Siria, tras años de guerra y un cambio de poder reciente, necesita mostrar control interno y cooperación internacional, pero sigue siendo un tablero frágil, con actores armados que no siempre responden a una sola cadena de mando.

El principal riesgo es que este tipo de operaciones, aunque limitadas, no resuelven el problema de fondo. Golpear objetivos debilita al ISIS a corto plazo, pero no elimina las condiciones que permiten su supervivencia: zonas poco controladas, tensiones internas y un Estado aún inestable. Además, cada ataque aumenta la posibilidad de represalias, errores de cálculo o víctimas colaterales que compliquen aún más la situación.

A corto plazo, Washington refuerza su credibilidad militar. A medio plazo, la pregunta sigue abierta: cuánto tiempo puede sostenerse una estrategia basada en respuestas punitivas en un conflicto que nunca terminó del todo.

Fuente: Reuters