Roban millones tras perforar la bóveda de un banco en Alemania

Durante varios días, el edificio permaneció cerrado y en silencio, como ocurre cada fin de año en muchas ciudades alemanas. Nadie entraba, nadie salía. Solo más tarde se supo que, detrás de esa calma, alguien había estado trabajando con paciencia: perforando un muro, avanzando centímetro a centímetro, hasta llegar al corazón del banco. Cuando se descubrió el agujero, ya no quedaba rastro del botín ni de quienes lo habían sacado.

El robo ocurrió en una sucursal de Gelsenkirchen, en el oeste del país. Los autores lograron acceder a la cámara acorazada y forzaron miles de cajas de seguridad pertenecientes a clientes. Dentro había dinero en efectivo, joyas y objetos personales guardados durante años. La cifra exacta sigue sin cerrarse, pero las autoridades hablan de una cantidad de varios millones. El golpe se ejecutó durante el periodo navideño, cuando la actividad bancaria baja casi por completo.

El método llama la atención por su calma. No hubo asaltos visibles ni violencia directa. En lugar de eso, los ladrones aprovecharon el cierre prolongado y perforaron un muro grueso de hormigón, algo que requiere tiempo, herramientas y planificación. Según las primeras informaciones, pudieron moverse sin ser detectados durante días. Solo una alarma, activada más tarde, permitió descubrir lo ocurrido cuando el daño ya estaba hecho.

Para muchos clientes, la sorpresa llegó acompañada de angustia. Algunos acudieron al banco sin saber si sus pertenencias seguían allí. Otros descubrieron que nadie podía decirles con certeza qué había pasado con su caja. Las cajas de seguridad no funcionan como una cuenta corriente: su contenido no está registrado y, en muchos casos, tampoco asegurado automáticamente. Eso deja a los afectados en una situación incómoda, obligados a probar qué guardaban y cuánto valía.

El caso también vuelve a poner en cuestión la idea de que las bóvedas son espacios prácticamente inexpugnables. No es la primera vez que ocurre algo así en Europa, pero sigue siendo poco común. Estos robos no dependen de armas ni de huidas rápidas, sino de tiempo, silencio y conocimiento del lugar. El verdadero punto débil no suele ser el acero, sino los periodos largos sin vigilancia efectiva.

La investigación avanza con cautela. Se analizan movimientos sospechosos, posibles vehículos utilizados y conexiones con otros robos similares. Testigos dijeron haber visto a varios hombres cargando bolsas y un coche deportivo saliendo de un garaje cercano. Por ahora no hay detenidos ni confirmación oficial sobre cuántas personas participaron ni cómo lograron evitar los sistemas de alarma durante tanto tiempo.

Más allá del golpe en sí, el episodio deja una pregunta incómoda flotando: qué tan segura es, en realidad, la confianza depositada en estos espacios. Para muchos clientes, la bóveda representaba un último refugio frente a la incertidumbre. Ahora, además de esperar respuestas, tendrán que replantearse hasta qué punto ese silencio que protege también puede convertirse en una oportunidad para desaparecerlo todo.

Fuente: Reuters