Así se distribuyen los microplásticos pequeños en el océano: dos caminos, dos velocidades
Investigadores de la Universidad de Kyushu desarrollan un método para rastrear microplásticos pequeños en 12 capas oceánicas y revelan que se hunden por dos rutas distintas en el Pacífico Norte
Autor - Aldo Venuta Rodríguez
4 min lectura
La búsqueda del destino final de los microplásticos pequeños en el océano acaba de dar un paso importante. Un equipo de la Universidad de Kyushu ha logrado rastrear cómo se distribuyen estas partículas diminutas —de entre 10 y 300 micras— en diferentes profundidades, revelando que siguen dos rutas muy distintas hacia el interior del mar. Los resultados ayudan a entender mejor cómo se mueve la contaminación plástica bajo la superficie, un proceso clave para evaluar el impacto ambiental del plástico en el océano.
Los investigadores publicaron su trabajo en la revista Environmental Science & Technology, donde describen un método capaz de detectar microplásticos en 12 capas de agua entre 0 y 1000 metros de profundidad. Para ello emplearon un muestreador multicapa instalado a bordo del buque escuela Umitaka-maru, capaz de recoger cerca de 50 litros de agua marina por capa. Esta cantidad es mucho menor que la necesaria en los sistemas de bombeo convencionales, lo que permitió un muestreo más rápido y con menos riesgo de contaminación.
El profesor Atsuhiko Isobe, quien lideró el estudio, explica que el principal reto era medir partículas tan pequeñas sin destruirlas ni perderlas durante el proceso. Los microplásticos de este tamaño se comportan de manera distinta a los fragmentos más grandes, y su reducido tamaño dificulta saber dónde terminan una vez que dejan la superficie. Hasta ahora, la falta de protocolos estandarizados complicaba obtener datos fiables, especialmente en capas profundas del océano.
Según el estudio, las concentraciones de microplásticos pequeños en las muestras oscilaban entre 1000 y 10 000 partículas por metro cúbico, una cifra significativa teniendo en cuenta lo difícil que es detectar estos fragmentos. Pero la parte más interesante llegó cuando analizaron cómo se distribuyen verticalmente en la columna de agua. Los investigadores descubrieron que las partículas siguen dos trayectorias totalmente distintas: la deriva en flotabilidad casi neutra y el hundimiento rápido por bioincrustación.
En el primer caso, algunos microplásticos alcanzan un equilibrio con la densidad del agua marina, quedando atrapados en capas específicas del océano, especialmente entre los 100 y 300 metros de profundidad. Allí pueden permanecer entre 20 y 40 años desplazándose muy lentamente, lo que crea una especie de “zona de retención” donde estas partículas se acumulan con el tiempo. Este hallazgo coincide con predicciones teóricas, pero hasta ahora no había sido observado con este nivel de detalle.
El segundo camino es más abrupto: la bioincrustación. Cuando algas, bacterias u otros organismos colonizan la superficie del plástico, aumentan su peso y lo hacen hundirse hacia el fondo marino. Estos fragmentos pueden caer rápidamente a capas profundas, transportando consigo organismos adheridos y otros compuestos. La presencia simultánea de partículas derivando y otras hundiéndose explica por qué las concentraciones varían tanto en distintas profundidades.
El equipo tomó medidas especiales para evitar que los microplásticos pequeños se fragmentaran durante el muestreo y para minimizar la contaminación del laboratorio. Instalaron una cabina limpia dentro del propio barco y diseñaron un protocolo capaz de preservar incluso los fragmentos más frágiles. Esto permitió obtener un mapa vertical más preciso que en trabajos anteriores, que dependían de redes de arrastre o bombas de gran volumen.
Los resultados no solo ayudan a entender mejor cómo se distribuyen los microplásticos, sino que también plantean nuevas preguntas sobre su impacto. Si permanecen décadas en capas intermedias del océano, pueden interactuar con organismos que viven en esas zonas y convertirse en parte de la red trófica. Si se hunden rápidamente, pueden llegar al fondo y afectar a ecosistemas poco estudiados.
Para Isobe y su equipo, este estudio es solo el comienzo. Su objetivo ahora es ampliar la base de datos y entender cómo estos microplásticos pequeños se desplazan por diferentes regiones del océano global. También quieren estudiar qué efectos podrían tener en los organismos que viven a distintas profundidades y cómo esta contaminación, cada vez más persistente, está modificando el funcionamiento del medio marino.
Los investigadores coinciden en algo: los microplásticos ya forman parte del océano en todos sus niveles, y comprender su viaje es clave para evaluar el daño real que están causando.
Fuente: ACS Publications
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