Astrónomos observan por primera vez colisiones directas de grandes objetos alrededor de una estrella cercana
Dos nubes de polvo observadas alrededor de Fomalhaut revelan impactos violentos entre grandes planetesimales y obligan a replantear cómo se forman los sistemas planetarios
Autor - Aldo Venuta Rodríguez
4 min lectura
Durante décadas, las colisiones que dan forma a los sistemas planetarios han sido una pieza clave del relato sobre cómo nacen los mundos, pero siempre contada en pasado o en abstracto. Ahora, por primera vez, los astrónomos no solo han inferido esos choques: los han visto. Dos estallidos de polvo alrededor de una estrella cercana revelan impactos violentos entre grandes cuerpos sólidos, como si el sistema estuviera lanzando fuegos artificiales en pleno proceso de construcción planetaria.
La escena se desarrolla alrededor de Fomalhaut, una estrella joven situada a apenas 25 años luz de la Tierra. En su entorno, los telescopios han captado la aparición repentina de dos nubes brillantes de polvo, separadas en el tiempo por casi dos décadas. No estaban ahí antes y no encajan con el comportamiento de un planeta. La explicación más sencilla es también la más extrema: son los restos de colisiones gigantescas.
Lo sorprendente no es solo la violencia del impacto, sino su visibilidad. Los objetos que chocaron tenían al menos decenas de kilómetros de diámetro, tamaños comparables a grandes asteroides o cometas. Tras el choque, el polvo liberado empezó a reflejar la luz de la estrella, haciéndose detectable incluso desde nuestro rincón de la galaxia. Es la huella directa de un proceso que, hasta ahora, solo se intuía.
Durante años, uno de estos puntos brillantes fue interpretado como un posible exoplaneta. Se movía como tal y parecía encajar en esa categoría. Con el tiempo, sin embargo, se desvaneció. Esa desaparición fue la primera pista de que no se trataba de un mundo sólido, sino de una nube de restos que se expandía lentamente tras un impacto. El segundo evento, detectado años después, confirmó que no era una casualidad.
Estas observaciones obligan a revisar una idea muy asentada: que las grandes colisiones en sistemas jóvenes son extremadamente raras. Ver dos en apenas veinte años sugiere que, al menos en ciertos momentos de la vida de una estrella, estos choques pueden ser más frecuentes de lo esperado. El sistema de Fomalhaut parece estar atravesando una fase especialmente caótica.
Desde el punto de vista científico, estas nubes de polvo son una mina de información. Su brillo, su forma y su evolución permiten estimar el tamaño de los cuerpos que chocaron y la cantidad de objetos similares que orbitan la estrella. En el caso de Fomalhaut, los datos apuntan a un disco repleto de cientos de millones de planetesimales, muchos ricos en hielo y compuestos volátiles.
Mirar este sistema es, en cierto modo, mirar el pasado del nuestro. Cuando el sistema solar tenía una edad similar, también estaba lleno de objetos que chocaban, se fragmentaban y, en algunos casos, se reensamblaban. Fue una época violenta, marcada por impactos que moldearon planetas y lunas. Fomalhaut ofrece una ventana directa a ese mismo proceso, pero fuera de casa.
El hallazgo también tiene implicaciones prácticas para la búsqueda de exoplanetas. Estas nubes de polvo pueden imitar a la perfección la señal de un planeta joven: un punto brillante que orbita una estrella. A medida que los telescopios se vuelvan más sensibles, distinguir entre un mundo real y los restos de una colisión será cada vez más importante para evitar falsas detecciones.
Eso sí, estas observaciones no permiten ver el momento exacto del choque ni los cuerpos originales antes del impacto. Lo que se observa son las consecuencias, no la colisión en sí. Además, no está claro si Fomalhaut es un caso excepcional o si muchos otros sistemas pasan por fases similares que aún no hemos detectado.
En los próximos años, nuevas observaciones con telescopios más potentes seguirán la evolución de estas nubes de polvo. Si se expanden, se fragmentan o desaparecen, ofrecerán pistas sobre cómo se reorganiza la materia tras un impacto cósmico. Por primera vez, la formación planetaria deja de ser solo una historia reconstruida a posteriori y empieza a mostrarse como un proceso vivo, violento y observable en tiempo real.
Fuente: Science
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