Bajo el hielo de Groenlandia hay zonas más calientes de lo esperado, y eso cambia el pronóstico
Zonas más cálidas bajo el hielo de Groenlandia podrían facilitar el deslizamiento del hielo y modificar las proyecciones sobre su pérdida futura y su impacto en el nivel del mar
Autor - Aldo Venuta Rodríguez
3 min lectura
Cuando pensamos en Groenlandia derritiéndose, imaginamos la superficie: aire más cálido, veranos más largos, agua corriendo por grietas. Pero hay otra parte del problema que no se ve en las fotos: lo que pasa debajo del hielo. Y ahí, según nuevos modelos, el subsuelo no es un bloque frío y uniforme, sino un mosaico con zonas más calientes de lo que se asumía.
Un equipo liderado desde la Universidad de Ottawa reconstruyó en 3D las temperaturas en profundidad bajo Groenlandia y el noreste de Canadá con un nivel de detalle mayor que el disponible hasta ahora. La conclusión central es incómoda para los modelos simples: el calor interno de la Tierra bajo Groenlandia está repartido de forma desigual, y esa desigualdad tiene historia geológica.
La idea no es que “haya un horno” bajo el hielo, sino que ciertas regiones del basamento rocoso pueden estar más templadas porque Groenlandia pasó, en el pasado, por una zona de actividad volcánica asociada al punto caliente de Islandia. Ese rastro antiguo no es una curiosidad: si la base del hielo está un poco más cálida, cambia la física del contacto entre hielo y roca.
¿Por qué importa tanto la base? Porque el hielo no es solo una montaña quieta: es un material que fluye. Si la base se calienta, puede aparecer más agua de fusión basal o reducirse la fricción, y el hielo puede deslizarse con mayor facilidad. Ese deslizamiento influye en cuánto hielo llega al océano, y por tanto en cómo se proyecta la contribución de Groenlandia al nivel del mar.
El estudio también coloca esta variable en un lugar muy práctico: interpretar lo que los satélites ya están midiendo. Cambios en la gravedad, en la elevación de la superficie o en el movimiento del terreno pueden leerse de forma distinta si debajo no hay la misma “temperatura de fondo” en todas partes. En otras palabras: no es solo modelar el hielo, es modelar el escenario geológico sobre el que el hielo se mueve.
Para construir estos mapas térmicos, el equipo combinó datos de observación (incluidas mediciones geofísicas y satelitales) con simulaciones computacionales a gran escala. El resultado no es una predicción cerrada del futuro, sino una mejora del tablero: si antes algunos modelos trataban el subsuelo como una condición casi uniforme, ahora queda claro que esa simplificación puede estar escondiendo diferencias importantes entre regiones.
El punto crítico es lo que este hallazgo no dice. No significa que el calor interno sea “la causa” principal del deshielo actual, ni que vaya a dominar por encima del calentamiento atmosférico y oceánico. Tampoco convierte una variación térmica en una cifra automática de subida del mar. Lo que aporta es una corrección de base: una parte de la ecuación que puede estar sesgando simulaciones y que conviene cuantificar mejor.
Lo que queda por ver es cuánto cambia el pronóstico cuando esa geología se incorpora de forma fina en los modelos de pérdida de hielo. Si el movimiento del hielo depende más de lo que pasa “abajo” en ciertas zonas, algunas proyecciones podrían ajustarse —no necesariamente hacia el alarmismo, sino hacia la precisión—. Y en un tema donde la diferencia entre escenarios se traduce en decisiones costeras y de infraestructura, esa precisión no es un detalle: es parte del problema.
Fuente: ScienceDaily
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