Más de 70 nuevas especies fueron identificadas por científicos del Museo Americano en 2025
Más de setenta especies nuevas, desde insectos y mamíferos hasta fósiles y minerales, muestran que el inventario de la vida en la Tierra sigue lejos de estar cerrado
Todavía seguimos hablando de la pérdida de biodiversidad como si el inventario del planeta ya estuviera casi cerrado. Pero 2025 ha dejado una realidad incómoda para esa idea: incluso en pleno siglo XXI, siguen apareciendo especies nuevas a un ritmo sorprendente. No en selvas inexploradas imaginarias, sino gracias a una combinación de trabajo de campo, revisión de colecciones históricas y nuevas herramientas científicas.
En solo un año, investigadores del Museo Americano de Historia Natural han descrito más de 70 especies que hasta ahora no tenían nombre ni lugar propio en la ciencia. El abanico es tan amplio que rompe cualquier estereotipo: desde insectos diminutos hasta mamíferos, reptiles fósiles, animales marinos y hasta un mineral desconocido. No es una rareza aislada, sino una señal clara de cuánto sigue incompleto nuestro mapa de la vida.
Lo más revelador es que no todas estas especies provienen de expediciones recientes. Muchas llevaban décadas almacenadas en cajones, frascos o rocas catalogadas de forma imprecisa. Han tenido que pasar generaciones, nuevas técnicas de análisis y miradas distintas para que alguien se diera cuenta de que aquello que parecía conocido no lo era tanto.
Este tipo de hallazgos recuerda que los museos no son cementerios de ciencia, sino archivos vivos. Cada espécimen conservado es una pregunta pendiente. Cuando cambia la tecnología o el contexto, esas preguntas pueden tener respuestas nuevas, incluso después de cien años de espera.
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Estos son algunos de los descubrimientos más destacados del año:
Dos “falsas moscas de la fruta” con una adaptación rara para el cortejo: machos con piezas bucales endurecidas en forma de mandíbulas, descritos a partir de ejemplares recolectados en Filipinas en la década de 1930 y estudiados recientemente. (Actas de la Sociedad Entomológica de Washington)
Un cíclido de Madagascar con coloración reproductiva única: Paretroplus risengi, descrito a partir de un pez recolectado hace más de dos décadas y reexaminado con criterios modernos. (Documentos de Deep Blue)
Un reptil jurásico que ilumina el origen de lagartos y serpientes: Breugnathair elgolensis, con dientes ganchudos y cuerpo tipo geco, descubierto en la isla escocesa de Skye y considerado de los fósiles de lagarto más completos y antiguos. (Nature)
Un mineral nuevo incorporado oficialmente a la lista mundial: Lucasita-(La), identificado en roca volcánica rusa y aprobado por la Asociación Mineralógica Internacional; el material tipo ya forma parte de la colección del Museo. (Revista Europea de Mineralogía)
Un pequeño mamífero jurásico que complica lo que creíamos sobre la mandíbula moderna: Camurocondylus lufengensis, del tamaño de una ardilla, descrito junto a otra especie conocida desde los años 80; juntos revelan una historia evolutiva más enrevesada de lo asumido. (Nature)
Un crinoideo fósil con un patrón corporal distinto: Anticosticrinus natiscotecensis, emparentado con estrellas y erizos de mar, descrito en Quebec (isla Anticosti) por la disposición singular de sus placas. (Revista de Paleontología)
Un paquete enorme de abejas —fósiles y actuales— que amplía la diversidad conocida: 47 especies, en su mayoría abejas, incluyendo una “abeja oso de peluche” de Vietnam (Habropoda pierwolae), una abeja cuco con espinas dorsales largas (Xiphodioxys haladai), una abeja excavadora de Chile con peine facial (Anthophora brunneipecten) y un abejorro fósil con polen preservado (Bombus messegus). (Raffles Bulletin of Zoology; American Museum Novitates; Entomologist's Monthly Magazine; New Phytologist)
Dos dinosaurios emplumados chinos con pistas directas de su ecología: Sinosauropteryx lingyuanensis (reclasificado tras nuevos análisis) y Huadanosaurus sinensis, este último preservado con restos de mamíferos en el abdomen, como una “foto” de su última comida. (National Science Review)
Dos bagres del Congo hechos para sobrevivir a rápidos extremos: Chiloglanis kinsuka y Chiloglanis wagenia, especies hermanas de “boca ventosa” adaptadas a corrientes violentas y separadas por tramos fluviales que actúan como barreras naturales. (American Museum Novitates)
Cuatro moscas atrapadas en ámbar dominicano de 17 millones de años: especies de la familia Aulacigastridae, preservadas cuando la resina aún estaba blanda; su análisis sugiere conexiones biogeográficas antiguas entre el Caribe y Norteamérica. (Actas de la Sociedad Entomológica de Washington)
Un pececillo de boca ventosa que llevaba 25 años esperando su “segunda mirada”: Supradiscus varidiscus, recolectado en las tierras altas de Vietnam y descrito tras revisión reciente; es la primera especie de este género registrada en el país. (American Museum Novitates)
Cuatro arácnidos que van de cuevas a desiertos, con interés médico incluido: el escorpión iraní Hemiscorpius jiroftensis (veneno de interés farmacéutico), el escorpión látigo gigante mexicano Mastigoproctus spinifemoratus, el escorpión látigo amazónico Jipai longevus y la araña garrapata encapuchada cavernícola Cryptocellus armasi. (Diversity; Arthropoda; Zootaxa)
Un pez africano confundido durante años: Labeo niariensis, un pez de ojos grandes del río Kouilou-Niari (República del Congo) que había sido identificado erróneamente y se definió a partir de ejemplares recolectados entre 2010 y 2013. (Revista de Biología de Peces)
Una avispa del polen descrita tras una recolección en plena pandemia: Metaparagia cuttacutta, del Territorio del Norte de Australia, que se convierte en la décima especie conocida de su género. (Entomólogo australiano)
Más allá de la diversidad de formas y épocas, hay un patrón común en estos descubrimientos: muchos obligan a revisar ideas que se daban por sentadas. Algunos fósiles reescriben partes de la historia evolutiva, ciertos insectos muestran adaptaciones inesperadas y varias especies actuales revelan conexiones biogeográficas que no encajan del todo con los mapas clásicos.
También hay un mensaje práctico detrás de este catálogo ampliado. Conocer qué especies existen, dónde viven y cómo son no es solo una cuestión académica. Es la base para cualquier estrategia de conservación, gestión de ecosistemas o evaluación de riesgos ambientales. No se puede proteger lo que no se sabe que existe.
Al mismo tiempo, estos hallazgos dejan claro que el desconocimiento no se limita a regiones remotas. Algunas especies nuevas proceden de zonas relativamente bien estudiadas o de materiales recolectados hace décadas. Eso sugiere que la biodiversidad oculta no es una excepción, sino una constante.
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En conjunto, el balance de 2025 no es solo una lista impresionante de nombres nuevos. Es un recordatorio incómodo y estimulante a la vez: el planeta aún guarda muchas respuestas, y buena parte de ellas ya estaban frente a nosotros, esperando a que alguien hiciera la pregunta correcta.
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