Terremotos estelares revelan una nueva forma de datar estrellas en la Vía Láctea
Un estudio liderado por la Universidad Nacional Australiana (ANU) ha detectado terremotos estelares que revelan ritmos únicos en cada estrella, abriendo una vía precisa para calcular su edad. Este hallazgo permite reconstruir la historia de la Vía Láctea con una exactitud sin precedentes.
Autor - Aldo Venuta Rodríguez
3 min lectura
Según la investigación publicada en la revista Nature, algunas estrellas gigantes presentan oscilaciones internas que generan variaciones mínimas en su brillo. Estas oscilaciones pueden traducirse en frecuencias sonoras, lo que proporciona información detallada sobre su masa, edad y etapa evolutiva. El estudio, basado en 27 estrellas del cúmulo abierto M67, ofrece una herramienta novedosa para analizar la evolución de nuestra galaxia.
La autora principal, Claudia Reyes, explicó que estas estrellas funcionan como instrumentos musicales: “Algunas vibran de forma tan precisa que podemos escuchar su ritmo cósmico. Estas oscilaciones reflejan procesos internos como reacciones nucleares cerca del núcleo, donde se generan elementos que luego se dispersan por el universo”.
Uno de los descubrimientos más llamativos fue la “meseta de frecuencias”, una fase en la que las vibraciones parecen estancarse temporalmente. Según Reyes, esta meseta depende de la masa y metalicidad de cada estrella y marca un momento clave en su evolución. Este fenómeno puede utilizarse como marcador cronológico para datar con alta precisión estrellas que se encuentren en esa fase.
El equipo utilizó datos del telescopio espacial Kepler K2 para detectar estas oscilaciones, interpretándolas como una auténtica sinfonía cósmica. “Las estrellas vibran como una orquesta: las más grandes producen sonidos graves, las más pequeñas emiten tonos agudos, y ninguna toca solo una nota. Cada una tiene una firma acústica única”, indicó Dennis Stello, coautor del estudio de la UNSW Sydney.
Las frecuencias no se oyen como tal, ya que el sonido no viaja por el vacío del espacio, pero las vibraciones se manifiestan como fluctuaciones de brillo que pueden medirse desde la Tierra. Estas señales permiten auscultar la estructura interna de las estrellas, como si fueran latidos estelares, lo que proporciona información fundamental sobre su composición y evolución.
El cúmulo M67 fue clave en la investigación por contener estrellas “hermanas” nacidas de la misma nube molecular hace unos 4.000 millones de años. Sus similitudes químicas y diferencias de masa lo convierten en un laboratorio ideal para estudiar el envejecimiento estelar. Además, este grupo estelar comparte características con nuestro propio Sol, lo que permite proyectar su futuro evolutivo.
Reyes concluyó que esta técnica no solo permite estimar la edad de estrellas individuales, sino que ofrece una nueva manera de comprender cómo se formaron y evolucionaron las generaciones estelares que componen nuestra galaxia. El estudio también allana el camino para aplicar esta metodología a estrellas que albergan exoplanetas, clave para evaluar su potencial habitabilidad.
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