Hablar mientras se conduce retrasa los movimientos oculares necesarios para reaccionar a tiempo
Hablar mientras se conduce suele parecer un gesto inofensivo, casi automático. Muchas personas lo hacen sin pensarlo, convencidas de que una conversación no puede interferir en algo tan básico como mirar la carretera. Sin embargo, cada vez hay más indicios de que ese hábito cotidiano afecta procesos más profundos de lo que solemos imaginar.