Publicado: 14 abr. 2025

Los arqueólogos analizan 50.000 viviendas antiguas y demuestran que la desigualdad no es inevitable

Un análisis de 50.000 viviendas arqueológicas en seis continentes revela que las grandes brechas de riqueza no son inevitables en sociedades complejas

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Autor - Aldo Venuta Rodríguez

Vista arqueológica de tres viviendas del periodo Clásico excavadas en El Palmillo, Oaxaca
Vista de tres viviendas del periodo Clásico (ca. 550–750 d. C.) excavadas en El Palmillo, Oaxaca. (Créditos: Linda Nicholas y Gary Feinman)

La desigualdad ha acompañado a la humanidad durante milenios, pero según un nuevo estudio dirigido por el Museo Field de Chicago y publicado en la revista PNAS, no es un fenómeno inevitable. A través del análisis sistemático de más de 50.000 viviendas antiguas en seis continentes, los investigadores demostraron que las grandes disparidades de riqueza no son una consecuencia obligatoria del crecimiento poblacional o de la complejidad social.

El equipo científico, liderado por el antropólogo Gary Feinman, utilizó el tamaño de las casas como indicador de desigualdad económica y aplicó el coeficiente de Gini a más de 1.000 asentamientos distribuidos a lo largo de los últimos 10.000 años. Este enfoque les permitió observar con precisión cómo ha variado la desigualdad a través del tiempo y en distintas culturas, cuestionando la idea dominante de que las sociedades más grandes necesariamente derivan en jerarquías rígidas y acumulación excesiva de recursos.

“Durante siglos se ha asumido que la desigualdad crece con la urbanización, el surgimiento de líderes formales o el avance tecnológico”, explicó Feinman. “Pero nuestros datos muestran una variabilidad significativa. En muchos contextos, los seres humanos tomaron decisiones y construyeron instituciones capaces de mitigar o incluso revertir esas tendencias”.

El estudio también plantea que, aunque la desigualdad ha sido común, sus formas y magnitudes han variado ampliamente. En algunos casos, las sociedades complejas mantuvieron niveles relativamente bajos de desigualdad, desafiando los modelos históricos basados en ejemplos como la Antigua Roma o la Europa medieval. Los resultados sugieren que la gobernanza, la cooperación y la elección colectiva han desempeñado un papel clave en la contención de las disparidades económicas.

Uno de los ejemplos citados proviene del Valle de Oaxaca, en México, donde las excavaciones mostraron una relación directa entre el tamaño y la elaboración arquitectónica de las viviendas, lo que confirma la utilidad del tamaño de las casas como proxy para estimar riqueza. Estas observaciones empíricas también sirven para desafiar la noción de que la desigualdad se impone como ley natural en todos los contextos.

Además, los investigadores hallaron que la desigualdad no ha seguido una trayectoria lineal. El análisis estadístico reveló que factores como la población total o la estructura jerárquica de los gobiernos no siempre están vinculados con un aumento proporcional en el índice de Gini. Esto abre la puerta a nuevas interpretaciones sobre cómo la tecnología, la economía y la organización social influyen —o no— en la concentración de la riqueza.

“El mensaje es claro”, concluyó Feinman. “Si bien ciertas condiciones pueden favorecer la desigualdad, esta no es una consecuencia obligada del desarrollo humano. Las decisiones colectivas, los marcos institucionales y la voluntad política pueden marcar la diferencia entre una sociedad equitativa y una desigual”.

Referencia: Feinman, G. M. et al. (2025). House size variation and inequality over the long run. Proceedings of the National Academy of Sciences. DOI: https://doi.org/10.1073/pnas.2400698121