La Amazonía no es el pulmón del planeta pero su importancia es innegable.

La creencia de que la Amazonía produce el 20% del oxígeno del mundo es un mito. Si bien la selva juega un papel clave en el equilibrio del carbono, el oxígeno que respiramos proviene en su mayoría de otra fuente.

Autor - Aldo Venuta Rodríguez

5 min lectura

Vista aérea de la Amazonía con densas montañas cubiertas de selva y un cielo oscuro con nubes de tormenta.
Imagen de michael vite en Pixabay

La selva amazónica ha sido llamada el “pulmón del planeta” por su supuesta capacidad de producir una quinta parte del oxígeno mundial. Esta idea se ha popularizado en discursos ambientales y medios de comunicación, pero la realidad es muy diferente. Aunque la Amazonía desempeña un papel crucial en el equilibrio del clima y en la biodiversidad, su aporte neto de oxígeno a la atmósfera es prácticamente nulo.

Las plantas realizan la fotosíntesis, un proceso mediante el cual absorben dióxido de carbono y liberan oxígeno. Sin embargo, este fenómeno no es exclusivo de la Amazonía. De hecho, ocurre en todos los ecosistemas con vegetación, desde los bosques templados hasta las praderas y selvas tropicales. La diferencia radica en que, en la Amazonía, la respiración de sus organismos y la descomposición de la materia orgánica consumen casi todo el oxígeno que se genera, dejando un balance neto de producción de oxígeno cercano a cero.

Además, la idea de que la Amazonía es una fuente inagotable de oxígeno ignora el papel de los océanos. Más del 50% del oxígeno del planeta es generado por el fitoplancton, un conjunto de diminutas algas marinas que realizan la fotosíntesis. A diferencia de los bosques, parte del carbono fijado por estas algas queda atrapado en el fondo del océano, evitando su liberación inmediata a la atmósfera y permitiendo un aporte neto positivo de oxígeno.

El fitoplancton oceánico es una de las principales razones por las que nuestro planeta tiene una atmósfera rica en oxígeno. Su capacidad para convertir el dióxido de carbono en oxígeno libre es superior a la de cualquier bosque tropical. Sin estas diminutas algas, la composición de la atmósfera sería completamente distinta y la vida, tal como la conocemos, no existiría.

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Río caudaloso en la Amazonía rodeado de exuberante vegetación y montañas bajo un cielo parcialmente despejado.
Imagen de Leonel Barreto en Pixabay

Esto no significa que la Amazonía no sea importante. Su verdadero valor no está en la producción de oxígeno, sino en su capacidad para almacenar grandes cantidades de carbono. Los bosques tropicales como la Amazonía funcionan como enormes depósitos de carbono, absorbiendo CO₂ de la atmósfera y reduciendo la cantidad de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global.

Sin embargo, la deforestación y los incendios están reduciendo la capacidad de la Amazonía para absorber carbono. La eliminación de grandes áreas de vegetación libera enormes cantidades de carbono a la atmósfera, lo que acelera el cambio climático. Esto puede generar un efecto en cadena, donde el calentamiento global provoca más incendios forestales y sequías, afectando aún más la capacidad de la selva para cumplir su función ecológica.

Además de su papel en el ciclo del carbono, la Amazonía alberga una biodiversidad única en el mundo. Con millones de especies de plantas, animales y microorganismos, es un laboratorio natural que aún guarda innumerables secretos científicos. Muchas de las medicinas que utilizamos hoy en día provienen de compuestos naturales descubiertos en la selva, lo que demuestra su valor más allá de la producción de oxígeno.

El problema de la deforestación no solo afecta a la Amazonía, sino que tiene consecuencias globales. La alteración del equilibrio ecológico en una región tan grande puede afectar los patrones climáticos en otras partes del mundo, generando sequías en algunos lugares y lluvias extremas en otros. La desaparición de grandes extensiones de bosque también reduce la capacidad de la Tierra para absorber CO₂, acelerando aún más el calentamiento global.

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Por ello, proteger la Amazonía no significa “salvar el oxígeno del mundo”, sino garantizar la estabilidad climática y preservar un ecosistema que desempeña múltiples funciones esenciales para la vida en el planeta. La conservación de los bosques y los océanos debe ser una prioridad, pero es importante hacerlo con un conocimiento preciso de sus verdaderos roles ecológicos.

En conclusión, la idea de que la Amazonía es el “pulmón del planeta” es un mito que debe ser reemplazado por una comprensión más profunda de su función real. El oxígeno que respiramos proviene en gran parte de los océanos, mientras que la selva amazónica cumple un papel fundamental en la regulación del carbono y la biodiversidad. Proteger la Amazonía es crucial, pero no por la razón equivocada. La lucha por su conservación es, en última instancia, una lucha por la salud del planeta y el bienestar de las futuras generaciones.

Como siempre digo, la verdad no necesita adornos, solo comprensión. Más allá del mito del pulmón del planeta, la Amazonía sigue siendo esencial para el equilibrio del clima y la biodiversidad.

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