Un fósil de 209 millones de años revela el pterosaurio más antiguo conocido del Triásico tardío

El descubrimiento en el Bosque Petrificado de Arizona revela el pterosaurio más antiguo de América del Norte y un ecosistema en transición antes de la gran extinción

Autor - Aldo Venuta Rodríguez

4 min lectura

Ilustración paleoartística de Eotephradactylus mcintireae
Recreación visual del pterosaurio Eotephradactylus mcintireae capturando un pez, rodeado de fauna y flora que coexistieron en el Triásico tardío hace unos 209 millones de años. Crédito: Ilustración de Brian Engh.

Un equipo dirigido por el Smithsonian ha encontrado el fósil de un pterosaurio que vivió hace 209 millones de años, en pleno Triásico tardío, lo que lo convierte en el más antiguo de América del Norte y uno de los más antiguos del mundo. Este descubrimiento arroja nueva luz sobre los orígenes de estos reptiles voladores y el ecosistema en el que evolucionaron.

El fósil fue hallado en un remoto yacimiento de huesos del Parque Nacional del Bosque Petrificado, en Arizona, una región famosa por sus coloridos depósitos y su abundancia de restos del Triásico. La mandíbula fosilizada, aún con dientes intactos, permitió identificar una nueva especie bautizada como Eotephradactylus mcintireae.

Este pequeño pterosaurio, comparable en tamaño a una gaviota actual, habitó una región que en aquella época se encontraba cerca del ecuador, en el supercontinente Pangea. El entorno era semiárido, con ríos estacionales y frecuentes inundaciones que ayudaron a enterrar y preservar los restos fósiles en capas de ceniza volcánica.

El yacimiento no solo conservó la mandíbula del pterosaurio, sino también cientos de otros fósiles, incluidas especies tempranas de tortugas, ranas, peces y parientes de cocodrilos acorazados. En total, el equipo recolectó más de 1,200 fósiles individuales, lo que ofrece una instantánea única de un ecosistema en plena transición evolutiva.

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La mandíbula, hallada por la voluntaria Suzanne McIntire, mostró dientes desgastados, lo que sugiere que el pterosaurio se alimentaba de peces recubiertos de escamas similares a armaduras, abundantes en los antiguos ríos de la región. Esta adaptación revela estrategias tempranas de caza en vertebrados voladores.

Ben Kligman, paleontólogo del Smithsonian
Ben Kligman, paleontólogo del Instituto Smithsoniano, durante las excavaciones en el Bosque Petrificado de Arizona, donde se hallaron fósiles clave de pterosaurios y tortugas del Triásico. Crédito: Ben Kligman, Instituto Smithsoniano.

El nombre Eotephradactylus mcintireae hace referencia tanto a la “diosa del amanecer” (por la ceniza volcánica y la antigüedad del fósil) como a McIntire, en reconocimiento a su papel clave en el descubrimiento. El fósil destaca por su excelente conservación y por aportar datos inéditos sobre los primeros pterosaurios fuera de Europa.

El equipo científico subraya la importancia del Miembro Owl Rock, una formación geológica rica en cenizas volcánicas que permite datar con precisión la antigüedad de los fósiles y reconstruir el contexto ambiental previo a la extinción masiva del Triásico, hace 201,5 millones de años.

Este ecosistema presentaba una mezcla de animales “antiguos” y grupos más modernos, reflejando una etapa crucial en la evolución de los vertebrados terrestres. La diversidad de especies halladas, desde tiburones de agua dulce hasta reptiles acorazados y tortugas primitivas, revela la complejidad de la vida antes del dominio de los dinosaurios.

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Los investigadores destacan que yacimientos como este son clave para entender cómo sobrevivieron y prosperaron ciertos grupos tras la extinción masiva, mientras que otros desaparecieron. El Triásico tardío fue un periodo de gran innovación evolutiva, marcado por cambios climáticos extremos y la fragmentación de Pangea.

El estudio también resalta el papel de la colaboración internacional y del trabajo de voluntarios en museos, como el FossiLab del Smithsonian, donde miles de horas de preparación permitieron recuperar y analizar los diminutos fósiles bajo el microscopio.

El hallazgo de Eotephradactylus mcintireae no solo completa una pieza faltante del registro fósil, sino que amplía nuestro conocimiento sobre la evolución temprana del vuelo en los vertebrados y sobre los ecosistemas que precedieron a la gran diversificación de los dinosaurios.

Fuentes: PNAS

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