Publicado: 12 abr. 2025
¿Son un peligro los incendios en coches eléctricos? Entre el miedo y la falta de medios
La demonización de los coches eléctricos ignora los datos reales y las soluciones disponibles ante incendios
/
4 min lectura
Autor - Aldo Venuta Rodríguez

El trágico incendio ocurrido en un garaje de Alcorcón el pasado 2 de abril, donde dos bomberos perdieron la vida durante una operación de rescate, ha reavivado un debate cargado de temores, desinformación y decisiones precipitadas. Medios, redes sociales y algunos sectores de la opinión pública señalaron rápidamente a un coche eléctrico como causante del fuego. Aunque posteriormente se aclaró que podría tratarse de un vehículo híbrido enchufable, el daño reputacional ya estaba hecho: los coches eléctricos fueron otra vez acusados de peligrosos, sin base sólida ni evidencia técnica que sustente tales afirmaciones.
En este contexto, emergen voces expertas que buscan devolver el debate a la racionalidad. Una de ellas es la del bombero Cristóbal Gómez Martínez, del Consorcio de Emergencias de Gran Canaria. Autor de una guía pionera sobre cómo actuar ante incendios en vehículos electrificados, Gómez no duda en afirmar que los coches eléctricos “no son un peligro”. Lo que sí existe, según explica, es una falta de medios técnicos y formación especializada para intervenir en estos escenarios complejos. “Los incendios de baterías de litio no pueden extinguirse como los de gasolina, pero eso no los hace más peligrosos, solo diferentes”, asegura.

Actualmente, cuando ocurre un incendio en un coche eléctrico, los bomberos deben improvisar soluciones: crear perímetros de seguridad más amplios, aplicar agua para enfriar la batería e incluso dejarla consumir si no hay riesgo de propagación. Esta falta de recursos no se debe a desconocimiento, sino a que no existen aún métodos universales ni equipos estandarizados disponibles en todos los servicios de emergencia. Y donde existen, no se adquieren por coste, desconocimiento o por la baja incidencia de incendios en vehículos eléctricos frente a los de combustión.
Las cifras son elocuentes: según AutoinsuranceEZ y datos oficiales de EE. UU., por cada 100.000 coches vendidos, se producen 3.475 incendios en híbridos, 1.530 en vehículos de gasolina y solo 25 en eléctricos puros. Sin embargo, estos últimos generan más titulares y reacciones alarmistas, como las prohibiciones unilaterales de acceso a parkings que se han comenzado a implementar en Madrid, con carteles que impiden el paso a vehículos eléctricos alegando "motivos de seguridad". Legalmente, esta decisión es viable si está señalizada y se justifica con una evaluación de riesgos. Pero plantea una pregunta mayor: ¿estamos legislando por prevención o por miedo?
La tecnología para actuar frente a estos incendios ya existe. El sistema BEST (Battery Extinguishing System Technology) de Rosenbauer, usado en aeropuertos como los de AENA, permite perforar la carcasa de una batería desde ocho metros de distancia e inundarla con agua a presión en minutos, evitando la propagación del fuego. Existen además mantas ignífugas, contenedores de inmersión y hasta soluciones innovadoras como la boquilla diseñada por Renault para facilitar el acceso a las celdas. El problema no es la inexistencia de soluciones, sino la falta de voluntad institucional para adoptarlas.

Mientras tanto, en lugar de invertir en equipamiento, se imponen restricciones. Se pide a los eléctricos que aparquen solo en plantas superiores, se les prohíbe entrar a ciertos recintos y se les etiqueta de “riesgo”, ignorando que los coches de combustión también arden —y con más frecuencia— y que los garajes nunca han sido espacios exentos de peligros. Como señala Cristóbal Gómez, “la solución pasa por adaptar los sistemas de prevención, como instalar rociadores (sprinklers) sobre cada plaza, mejorar la ventilación y capacitar a los equipos de intervención”.
El auge del coche eléctrico es irreversible. Y con él, también debe evolucionar nuestra forma de protegernos, actuar y legislar. No es la batería la que arde más, sino el miedo y la ignorancia. Mientras eso no se enfríe con datos, tecnología y responsabilidad pública, seguiremos ardiendo en debates estériles y en políticas que, en lugar de prevenir tragedias, las alimentan.
Más artículos: