Israel recuerda el 7 de octubre: el día más oscuro desde el Holocausto

Dos años después del ataque del 7 de octubre, Israel revive el trauma, honra a las víctimas y sigue exigiendo justicia para los rehenes que aún permanecen en Gaza

Joven ondea la bandera de Israel frente al mar durante una ceremonia conmemorativa del 7 de octubre
Créditos: 𝑵𝒊𝒌𝒂 / @NikaTgn en X.

Era sábado y las calles estaban quietas. En los kibutz del sur las familias dormían, los niños jugaban con las primeras luces. A las 6:29 de la mañana, todo cambió. Miles de cohetes salieron de Gaza hacia Israel. Detrás venían los hombres armados.

Hamás llevaba meses preparándolo. Lo llamó “Operación Inundación de Al-Aqsa”. Para Israel fue otra cosa, una masacre. La frontera cedió en minutos. Entraron por aire, mar y tierra: parapentes, túneles, motos. El país que se creía invencible quedó al descubierto.

En los primeros cuarenta minutos las bases de Reim y Nahal Oz cayeron. Las comunicaciones del ejército colapsaron. En medio del caos, los atacantes avanzaron casa por casa. No hubo distinción entre civiles y soldados. Solo pánico.

Desde el norte hasta el desierto, las sirenas no dejaban de sonar. Nadie entendía lo que estaba pasando. Israel tardó horas en reaccionar, y cuando lo hizo, la magnitud del ataque ya era imposible de contener.

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El festival convertido en trampa

A pocos kilómetros, en el desierto del Néguev, tres mil jóvenes bailaban en el Festival Nova. Música electrónica, amanecer, risas. Nadie imaginó lo que venía. Cuando el cielo se llenó de fuego pensaron que era otra alarma. Pero esta vez los disparos no cesaron.

Algunos se escondieron en baños portátiles, otros bajo autos o detrás de los parlantes. La mayoría no tuvo tiempo. 378 murieron. El cuerpo de Shani Louk, una joven germano-israelí, fue exhibido sobre una camioneta. Esa imagen dio la vuelta al mundo y se convirtió en símbolo del horror.

El ejército tardó más de ocho horas en llegar. Cuando lo hizo, ya no quedaba nada en pie: carpas quemadas, autos acribillados, cuerpos apilados. Aquel festival, pensado para celebrar la vida, se convirtió en su opuesto. Un cementerio improvisado en medio del desierto, bajo el mismo sol que horas antes había iluminado la fiesta.

Be’eri y Kfar Aza, la pesadilla en casa

En el kibutz Be’eri los atacantes fueron de puerta en puerta. Quemaron casas, dispararon contra familias enteras. 130 personas murieron, el diez por ciento del pueblo. En Kfar Aza el escenario fue el mismo. Habitaciones seguras que se volvieron trampas.

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“No sabíamos a quién disparar”, contó un reservista. Terroristas, rehenes y civiles mezclados, gritos en cada casa. La batalla duró casi un día. Al caer la noche, solo quedaban cenizas y un silencio imposible de describir.

Ese día dejó aproximadamente 1.200 muertos. 695 eran civiles, 71 extranjeros y más de 370 soldados. Fue la matanza más grande de judíos desde el Holocausto. Ningún israelí volvió a mirar su país de la misma forma.

A la mañana siguiente, el aire olía a humo y a miedo. Los sobrevivientes caminaban entre los restos sin hablar. Solo miraban. Israel despertó distinto.

Dos años después, la herida sigue abierta

Hoy, 7 de octubre de 2025, Israel recuerda. En Tel Aviv las fotos de los rehenes todavía cuelgan de los balcones. En Gaza, 48 siguen cautivos. Se calcula que apenas una veintena sigue con vida. Las familias viven suspendidas entre la esperanza y el duelo.

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Donde fue el festival ahora se levanta un memorial. Cada año, a las 6:29 exactas, suena un fragmento de música electrónica y luego silencio. Velas, flores, lágrimas. Un país entero detenido en ese minuto. Nadie habla, solo se escucha el viento del desierto.

El miedo sigue ahí. Una sirena basta para congelar el cuerpo. Israel intenta avanzar, pero aquel amanecer de fuego cambió su historia para siempre. Algunos lo llaman tragedia, otros advertencia. Todos lo recuerdan.

❓ Preguntas frecuentes

Hamás lanzó un ataque sorpresa desde Gaza con cohetes e incursiones que dejaron más de mil muertos en Israel.

Milicianos de Hamás atacaron el festival Nova cerca de Reim, matando a 378 jóvenes y secuestrando a decenas.

Murieron unas 1.175 personas, la mayoría civiles, y más de 250 fueron secuestradas hacia Gaza.

Israel recuerda a las víctimas y aún busca liberar a 47 rehenes que permanecen cautivos en Gaza.

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