El carbón sigue vivo en Brasil: política, empleo y falta de transición energética
Brasil produce más del 80 % de su electricidad con fuentes limpias, pero el carbón persiste por intereses políticos y temor a perder miles de empleos
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A pocos meses de la cumbre climática COP30, Brasil enfrenta una contradicción que expone los límites de su revolución verde. Aunque más del 80 % de su electricidad proviene de fuentes limpias —hidroeléctrica, solar y eólica—, el carbón continúa encendido en varias regiones del país, sostenido por intereses económicos y políticos que se resisten al cambio.
En el extremo sur, la planta Candiota III, ubicada en Rio Grande do Sul, se ha convertido en símbolo de esa paradoja. Tras permanecer inactiva durante parte de 2024, volvió a operar gracias a una inversión del grupo Ambar, propiedad de los hermanos Wesley y Joesley Batista. El movimiento aseguró la continuidad de la planta, pero también reavivó el debate sobre la dependencia del carbón y la falta de una estrategia de transición clara.
La política detrás de las chimeneas
En los discursos oficiales, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva impulsa un futuro sin combustibles fósiles. Sin embargo, la realidad energética brasileña sigue marcada por excepciones. Seis centrales de carbón, entre ellas Candiota, continúan operando y aportan cerca del 3 % de la generación nacional.
Su supervivencia no responde a necesidad técnica sino a presión política regional. En los estados del sur, el carbón conserva poder electoral, especialmente en zonas mineras donde miles de familias dependen de él. El Congreso aprobó recientemente una ley que prolonga los contratos de operación de las plantas hasta 2040, decisión que generó críticas entre ambientalistas y expertos del sector.
“Brasil podría reemplazar fácilmente la energía del carbón con fuentes limpias, pero los intereses locales siguen pesando más que los compromisos climáticos”, comenta una fuente del observatorio energético Global Energy Monitor.
Dependencia económica y transición ausente
En Candiota, el carbón es más que un recurso: es la base del empleo y de la identidad local. Las minas, la planta térmica y la cementera que utiliza sus residuos conforman el eje económico de la región. El cierre total implicaría la pérdida de miles de puestos de trabajo directos e indirectos.
“Cerrar la planta sin alternativas es condenar a la ciudad al desempleo”, admite un dirigente sindical local. “La transición debe existir, pero de forma justa y gradual”.
La idea de reconvertir la economía local hacia el sector eólico o agrícola apenas figura en planes preliminares. No existen programas nacionales de capacitación ni incentivos para que las empresas de energías renovables se instalen en la zona. La situación deja en evidencia una transición energética desigual, donde la meta climática no contempla el impacto social.
La empresa Ambar, propietaria de la central, asegura que su operación es “fundamental para la estabilidad del sistema eléctrico brasileño”, especialmente durante los picos de demanda cuando la producción solar y eólica disminuye.
Un país dividido entre el pasado y el futuro
Brasil se presenta ante el mundo como referente en energía limpia, pero los restos del modelo fósil aún marcan su territorio. Los defensores del carbón argumentan que garantiza estabilidad y empleo; sus detractores lo ven como una herida abierta en la credibilidad climática del país.
La falta de planificación agrava el dilema. Gran parte de la energía renovable producida en el norte y nordeste del país no puede aprovecharse plenamente por la escasez de líneas de transmisión, mientras las plantas de carbón del sur siguen recibiendo apoyo legislativo.
De cara a la COP30, el gobierno busca mostrar liderazgo ambiental, pero Candiota continúa recordando que la transición energética brasileña avanza a dos velocidades: una alimentada por el sol y el viento, y otra anclada en el carbón.
“Brasil tiene las condiciones para liderar la descarbonización global, pero no puede hacerlo si su propia matriz sigue dividida”, señalan investigadores del sector energético.
El país que presume de energías limpias todavía no logra apagar del todo su sombra de humo.
Preguntas frecuentes
Porque en algunas regiones el carbón sostiene empleos y poder político, lo que frena su eliminación completa pese a la expansión de las energías renovables.
Es el símbolo de la dependencia del carbón en el sur de Brasil; reanudó operaciones gracias a inversiones privadas y apoyo político, generando debate sobre la falta de transición justa.
La ausencia de programas de capacitación, la falta de infraestructura de transmisión y la resistencia de regiones mineras que dependen del carbón.
Expone una contradicción: el país lidera en energía limpia, pero mantiene plantas de carbón activas, lo que debilita su credibilidad en la lucha contra el cambio climático.
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