El carbono negro acelera la desaparición de los glaciares y exige acción urgente

Reducir las emisiones de carbono negro es clave para frenar el retroceso glaciar y proteger a millones de personas que dependen de estos ecosistemas

Autor - Aldo Venuta Rodríguez

4 min lectura

Glaciar con depósito de carbono negro en la superficie, rodeado de montañas nevadas
Glaciar del cubierto parcialmente por carbono negro. (Créditos: Iceebook)

Quien haya pisado un glaciar sabe que su presencia transmite una sensación de majestuosidad y serenidad únicas. Sin embargo, la posibilidad de volver a experimentar estos paisajes se está desvaneciendo rápidamente. En lo que va del siglo, los glaciares han perdido más de 6,5 billones de toneladas de hielo —alrededor del 5 % de su volumen total—, y el ritmo de pérdida continúa acelerándose. Sin medidas contundentes para frenar las emisiones contaminantes, se estima que hasta la mitad de los glaciares del mundo desaparecerán antes de que termine este siglo.

Las implicaciones de este fenómeno son profundas, cientos de millones de personas dependen del agua de deshielo estacional de los glaciares para su abastecimiento doméstico, agrícola y energético. Además, el derretimiento contribuye al aumento del nivel del mar, con consecuencias devastadoras para las poblaciones costeras. Entre las regiones más vulnerables se encuentra el Hindu Kush Himalaya, un ecosistema montañoso que se extiende por ocho países y da sustento directo o indirecto a unos 2.000 millones de personas.

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A este panorama se suma una amenaza que, aunque conocida, sigue siendo subestimada: el carbono negro. Este contaminante, también llamado hollín, es un subproducto de la combustión incompleta de combustibles fósiles, madera o biomasa. Permanece en la atmósfera apenas unos días, pero su impacto climático es devastador: puede calentar hasta 1.500 veces más que el dióxido de carbono en el corto plazo, y se deposita sobre la nieve y el hielo, reduciendo su reflectividad y acelerando su derretimiento.

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Las fuentes del carbono negro son variadas: vehículos diésel, cocinas domésticas a leña, hornos de ladrillos, incendios forestales e industrias mal reguladas. En la región del Hindu Kush, se estima que hasta dos tercios del carbono negro depositado proviene de fuentes residenciales. El problema no es solo ambiental. Este supercontaminante agrava la calidad del aire, contribuye a más de ocho millones de muertes prematuras cada año a nivel global y representa pérdidas económicas equivalentes al 6 % del PIB mundial.

Sabemos desde hace años cuáles son los efectos del carbono negro y qué lo provoca. Lo que falta es decisión política y acción coordinada. Un reciente informe del Fondo para el Aire Limpio identifica seis grandes barreras para actuar: políticas, financieras, científicas, regulatorias, industriales y de comunicación. Pero también señala que con tecnologías disponibles hoy, sería posible reducir en un 80 % las emisiones de carbono negro para 2030, frente a un pírrico 3 % si seguimos como hasta ahora.

En el contexto del Año Internacional de la Preservación de los Glaciares designado por Naciones Unidas para 2025, esta es una oportunidad histórica. Invertir en tecnologías limpias, fomentar una transición energética en sectores domésticos vulnerables y exigir estándares más estrictos para el transporte y la industria podrían lograr resultados inmediatos y duraderos. Existen soluciones: cambiar los combustibles usados en buques que navegan el Ártico, fijar nuevos objetivos de reducción post-2025, e integrar el carbono negro en las Contribuciones Nacionales a la acción climática antes de la COP30.

No solo se trata de salvar paisajes espectaculares. Los glaciares son reguladores hídricos, termómetros del cambio climático y hábitats insustituibles. Protegerlos implica defender la seguridad hídrica, alimentaria y sanitaria de millones. Actuar contra el carbono negro es una de las formas más rápidas y efectivas de desacelerar el calentamiento global. Y no se trata de una tarea imposible: requiere voluntad, cooperación internacional y la comprensión de que el tiempo para actuar no es mañana, sino ahora.

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Este artículo fue elaborado a partir de una columna de opinión escrita por Pema Gyamtsho, director general del Centro Internacional para el Desarrollo Integrado de las Montañas (ICIMOD), publicada originalmente por SciDev.Net el 13 de abril de 2025. La presente versión fue adaptada y ampliada por Aldo Venuta Rodríguez, creador y editor de Iceebook.

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