El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha formalizado este jueves la imposición de nuevas tarifas portuarias a los buques construidos y operados por China. Esta medida tiene como objetivo reducir la dependencia de la infraestructura marítima controlada por el régimen de Beijing, fortalecer la industria naval estadounidense y proteger la seguridad nacional. La Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR) presentó este plan, que surge de una investigación ordenada bajo la administración de Joe Biden.
La medida, que se basa en la Sección 301 del Código de Comercio, impone tarifas a las embarcaciones chinas que arriben a puertos estadounidenses. El primer tramo de estas tarifas entrará en vigor en seis meses, imponiendo un arancel de 50 dólares por tonelada neta que aumentará gradualmente durante los próximos tres años.
Además, las tarifas se aplicarán según el volumen de mercancías transportadas, no por el número de puertos tocados. Se establece una tarifa diferenciada para los buques de transporte de automóviles y los portacontenedores, mientras que los buques construidos en China pero que lleguen vacíos estarán exentos de las tarifas.
La iniciativa busca reducir la influencia de China en el comercio marítimo global, contrarrestando lo que Washington considera una amenaza a la cadena de suministro nacional. Los fondos recaudados con estas tarifas se destinarán a la reactivación de la producción naval estadounidense, que en las últimas décadas ha quedado desplazada por la fabricación de buques militares, representando actualmente solo el 0,1% de la producción global.
Según la USTR, el propósito de esta medida es enviar una señal clara de demanda para embarcaciones construidas en Estados Unidos, promoviendo así el renacer de la industria naval nacional frente al dominio marítimo extranjero.
Según cifras de la ONU, China lidera el sector de la construcción naval mundial, siendo responsable de casi la mitad de los buques lanzados anualmente. Junto con Corea del Sur y Japón, controla más del 95% de la construcción naval civil. Washington interpreta esta concentración como una forma de influencia estructural sobre el comercio global.
La segunda fase de las medidas, programada para dentro de tres años, impondrá restricciones progresivas al uso de buques extranjeros en el transporte de gas natural licuado (GNL), una industria clave para la balanza comercial de Estados Unidos, que actualmente lidera las exportaciones de este combustible.
La iniciativa ha recibido el respaldo de los sindicatos del acero y la industria naval, que consideran que estas tarifas son un paso necesario para recuperar la capacidad industrial y empleo local. “Estas tarifas representan un paso concreto para devolver el liderazgo marítimo a Estados Unidos”, comentó la USTR.
Sin embargo, la decisión también ha generado críticas. Empresas importadoras estadounidenses han advertido que las tarifas equivalen a un arancel encubierto, lo que incrementará los costos logísticos y afectará los precios de bienes esenciales. Sectores como el agrícola también han expresado su preocupación.
Angie Craig, representante demócrata de Minnesota, líder del Comité de Agricultura de la Cámara de Representantes, declaró que “las tarifas amenazan la competitividad de los agricultores estadounidenses en los mercados internacionales”.
Durante una audiencia pública celebrada en marzo, representantes del sector naviero argumentaron que la política no solo encarecería el transporte, sino que también podría interrumpir el flujo comercial, elevar precios al consumidor y afectar la actividad portuaria en Estados Unidos. Exponentes del sector mencionaron que la posición dominante de China en este campo se ha consolidado durante dos décadas, por lo que difícilmente será revertida con tarifas aisladas.
Por otro lado, Adam Shaffer, vicepresidente de comercio internacional de la Asociación de Materiales Reciclados (ReMA), celebró la exclusión de tarifas a los buques vacíos, aunque señaló que seguirán evaluando el impacto de las demás medidas sobre sus miembros.
Este anuncio marca un nuevo capítulo en la prolongada guerra comercial entre Estados Unidos y China, enviando un mensaje claro de que el gobierno estadounidense busca reducir su exposición a la infraestructura industrial controlada por Pekín y fortalecer la producción interna ante la expansión del poder marítimo chino.
Referencias: Bloomberg