Las bacterias egoístas dominan los lagos croatas y desafían el modelo clásico de cooperación microbiana
Las bacterias de los lagos Kozjak y Crniševo absorben nutrientes sin compartirlos, revelando una estrategia inesperada que podría alterar las redes tróficas bajo el cambio climático
Autor - Aldo Venuta Rodríguez
4 min lectura
En los lagos de agua dulce de Croacia, un reciente estudio ha identificado por primera vez un comportamiento que podría reconfigurar nuestra comprensión de la ecología microbiana: la existencia de bacterias egoístas capaces de acaparar polisacáridos antes de compartirlos con otras especies. Publicado el 10 de abril de 2025 en la revista Cell Reports, este hallazgo aporta nuevas claves sobre el ciclo del carbono y su vulnerabilidad frente al cambio climático.
Mientras la mayoría de las bacterias digieren moléculas grandes de forma externa, lo que permite su aprovechamiento colectivo, algunas especies adoptan una estrategia radicalmente distinta: absorben primero los nutrientes para digerirlos en privado. Esta captación egoísta de polisacáridos se detectó en dos lagos con características opuestas: el lago Kozjak, profundo y oligotrófico, y el lago Crniševo, más cálido y mesotrófico. Ambos están situados en zonas ecológicamente contrastantes de Croacia.
“Las bacterias desempeñan un papel fundamental en el reciclaje de nutrientes en los lagos”, explica Andrea Čačković, autor principal del estudio e investigador del Instituto Ruđer Bošković. “Su capacidad para absorber polisacáridos de forma egoísta afecta directamente a la disponibilidad de carbono y energía en todo el ecosistema acuático”.
El equipo recolectó muestras de agua durante la primavera y el verano de 2022, y en el invierno de 2023. En el laboratorio, incubaron las bacterias con seis polisacáridos fluorescentes, permitiendo visualizar si las moléculas eran internalizadas o digeridas externamente. La técnica fue complementada con secuenciación genética para identificar qué especies utilizaban este mecanismo y cómo cambiaban las comunidades microbianas a lo largo del año.
Los resultados fueron reveladores. El lago Crniševo presentó una comunidad bacteriana más diversa y una mayor tasa de captación egoísta que el Kozjak. Sorprendentemente, en Crniševo la actividad egoísta alcanzó su punto máximo durante el verano, coincidiendo con una floración de fitoplancton que enriqueció el entorno en nutrientes. En contraste, el lago Kozjak mostró su mayor actividad egoísta en invierno, cuando los nutrientes eran escasos, replicando patrones observados en ambientes marinos polares.
“En Crniševo, cuando el material era abundante, las bacterias egoístas eran más activas, algo completamente inesperado”, señala Greta Reintjes, microbióloga de la Universidad de Bremen y autora principal del estudio. “Necesitamos entender mejor qué especies adoptan este comportamiento y por qué lo hacen en condiciones tan distintas”.
El análisis también mostró que no todos los polisacáridos son igualmente apetecibles. El pululano —un azúcar producido por hongos— fue el más internalizado: hasta el 12 % de los casos en el lago Kozjak y el 7 % en Crniševo. Esta selectividad sugiere que las bacterias prefieren ciertos azúcares, lo que podría influir en la estructura de la red trófica del lago.
“Las bacterias no degradan todos los compuestos por igual. Son estratégicas y selectivas”, explica Čačković. “Eso podría dar ventaja a algunas especies sobre otras y alterar la competencia microbiana natural del ecosistema”.
En los lagos fríos como el Kozjak, el cambio climático podría modificar radicalmente esta dinámica. “El congelamiento invernal actúa como un reinicio ecológico”, indica Sandi Orlić, microbiólogo del Instituto Ruđer Bošković. “Pero esos inviernos helados están desapareciendo, y con ellos, el equilibrio microbiano que conocemos”.
Mirando al futuro, el equipo planea explorar los genes y enzimas que permiten esta captación egoísta y evaluar su presencia en otros ecosistemas, desde lagos templados hasta humedales y ríos tropicales. “Queremos saber si este comportamiento es un caso aislado o si ocurre en todo el planeta”, concluye Reintjes. “Comprender cómo los microorganismos controlan el ciclo del carbono podría ser clave para anticipar el impacto ecológico del calentamiento global”.
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