La conversión de trenes diésel a eléctricos en la línea ferroviaria de cercanías Caltrain, que conecta San Francisco con San José, ha logrado una reducción promedio del 89% en la exposición al carbono negro a bordo de los trenes, un contaminante considerado cancerígeno. Así lo demuestra un nuevo estudio publicado en la revista Environmental Science and Technology Letters, liderado por investigadores de la Universidad de California, Berkeley.
El carbono negro, un subproducto de la combustión diésel, es conocido por su efecto nocivo sobre la salud humana y el clima. Durante seis semanas de 2024, Caltrain reemplazó sus 29 locomotoras diésel por 23 trenes eléctricos, como parte de un proyecto de modernización de 2.440 millones de dólares. Los investigadores aprovecharon esta transición para medir los niveles de contaminación antes y después del cambio, tanto dentro de los trenes como en estaciones clave como la de San Francisco.
“La reducción fue tan rápida que en solo unas semanas conseguimos los mismos resultados que otras ciudades californianas lograron tras 30 años de regulaciones ambientales”, explicó Joshua Apte, autor principal del estudio y profesor de Ingeniería Ambiental en UC Berkeley. El impacto fue especialmente significativo entre los conductores, quienes estaban expuestos a mayores niveles de contaminantes.
Junto a Samuel Cliff, investigador postdoctoral, el equipo instaló sensores de carbono negro en estaciones y a bordo de los trenes, observando una mejora continua a medida que los nuevos trenes eléctricos entraban en servicio. La transición no solo trajo beneficios en calidad del aire, sino que también redujo el riesgo de cáncer: se calcula que se evitaron 330 muertes por millón entre conductores y 51 por millón entre pasajeros.
“En Estados Unidos, millones de personas usan trenes de cercanías a diario. Si se electrificaran más líneas, podríamos prevenir cientos de casos de cáncer cada año”, indicó Cliff. Sin embargo, la mayoría de los trenes de cercanías del país aún funcionan con diésel, a diferencia de los sistemas europeos y asiáticos que han adoptado ampliamente la electrificación.
Apte afirma que esta experiencia demuestra que no hay razones para esperar. “California tiene planes a largo plazo para electrificar sus trenes, pero deberíamos acelerar ese proceso. No podemos permitirnos esperar otros 25 años”, sentenció. El estudio también fue coautorado por Haley McNamara Byrne y Allen Goldstein de UC Berkeley.
Referencias: Environmental Science and Technology Letters