Las olas de calor marinas alteran las redes alimentarias y frenan el transporte de carbono en los océanos
Un estudio liderado por el MBARI revela que las olas de calor marinas transforman las redes tróficas oceánicas y reducen la capacidad del mar para almacenar carbono
Autor - Aldo Venuta Rodríguez
4 min lectura
Las olas de calor marinas no solo calientan el agua, también alteran el equilibrio que sostiene la vida bajo el mar. Un estudio del Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterey (MBARI) revela cómo estos eventos extremos están afectando la base de las redes alimentarias y frenando el transporte natural de carbono hacia las profundidades oceánicas.
El trabajo, publicado en Nature Communications, se centró en el Golfo de Alaska, una región que vivió dos olas de calor consecutivas: “La Mancha”, entre 2013 y 2015, y otra más reciente, entre 2019 y 2020. En ambas, el comportamiento del plancton y del carbono cambió de forma radical, como si el océano hubiera perdido su ritmo natural. “El océano funciona como una cinta transportadora que captura carbono en la superficie y lo envía a las profundidades”, explicó Mariana Bif, autora principal del estudio. “Pero las olas de calor están atascando ese mecanismo natural”.
Los sensores que revelaron lo que nadie veía
Para entender lo que estaba ocurriendo, el equipo usó flotadores robóticos biogeoquímicos del proyecto Global Ocean Biogeochemistry Array, una red internacional que mide temperatura, oxígeno, nitratos y clorofila en distintas zonas del planeta. Cada flotador se sumerge y vuelve a la superficie cada pocos días, registrando datos que un barco jamás podría obtener de forma tan constante.
Con esos registros, los científicos cruzaron información con análisis de ADN ambiental y estudios de pigmentos de plancton. Así lograron reconstruir más de una década de transformaciones en las comunidades microscópicas del Golfo de Alaska. El resultado fue claro, las olas de calor marinas cambiaron por completo la composición del plancton y su papel dentro de la red trófica.
En algunos casos aumentaron los pequeños herbívoros que reciclan el carbono en la superficie, impidiendo que se hunda hacia el fondo marino. El océano, literalmente, perdió parte de su capacidad de respirar hacia abajo.
Bif y su equipo destacan que sin estas mediciones automatizadas habría sido imposible ver el cambio. “Lo que pasa bajo la superficie no se nota desde los satélites, y sin datos así, el cambio climático marino es invisible”, dijo la investigadora.
Cuando el carbono se queda atrapado arriba
Durante la ola de calor de 2013–2015, el plancton produjo más carbono de lo habitual, pero este no se hundió con rapidez. Pequeñas partículas quedaron suspendidas a unos 200 metros bajo el agua, formando una capa densa que bloqueó el flujo hacia las profundidades.
En cambio, en la de 2019–2020 ocurrió algo distinto, se acumuló una cantidad récord de carbono en la superficie que no se explicó solo por la fotosíntesis del fitoplancton. Según el estudio, el reciclaje biológico y la acumulación de detritos fueron los responsables. Un atasco invisible, pero medible, que alteró el ciclo del carbono en toda la región.
Esa retención significa que menos materia orgánica llega a las profundidades, donde podría quedar atrapada durante siglos. Parte de ese carbono volvería antes a la atmósfera, alimentando el mismo calentamiento que lo provocó. Un bucle perfecto, pero peligroso, que resume bien el tipo de espiral climática que preocupa a los oceanógrafos.
El océano más cálido, un océano más vulnerable
Las olas de calor marinas son cada vez más frecuentes e intensas. El océano absorbe una cuarta parte del dióxido de carbono que emitimos cada año, pero su capacidad podría reducirse si el agua sigue calentándose más allá de lo que puede soportar.
“Cada ola de calor es distinta y cada una altera el ecosistema de forma diferente”, dijo Ken Johnson, coautor del estudio y científico sénior del MBARI. “Por eso necesitamos observaciones constantes y de largo plazo, no solo fotos de un momento”.
El estudio advierte que el calentamiento del mar no solo afecta a los peces o a los corales. También modifica los procesos invisibles que regulan el clima global. Lo que ocurre a cientos de metros bajo la superficie puede decidir cuánto carbono quedará atrapado y cuánta vida será posible en el futuro. Y eso, dicen los científicos, debería preocuparnos tanto como cualquier sequía o incendio en tierra firme.
El mar, en silencio, está mostrando los primeros signos de agotamiento. Y quizás, si aprendemos a leerlos, todavía estemos a tiempo de evitar que deje de respirar.
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