El pez cabeza de serpiente del norte (Channa argus), originario de Asia, se ha convertido en una amenaza creciente en ríos y lagos de Estados Unidos. Este peculiar depredador puede alcanzar hasta un metro de longitud, respira aire atmosférico y tiene la sorprendente capacidad de desplazarse sobre tierra firme durante días, según un reporte de Smithsonian Magazine.
Detectado por primera vez en Maryland en 2002, su presencia se ha extendido a varios estados como Nueva York, Nueva Jersey, Pensilvania, Arkansas y Misuri. Su llegada se atribuye a liberaciones accidentales desde el comercio de acuarios o por pesca ilegal. Su rápida adaptación ha complicado las tareas de contención por parte de las autoridades ambientales.
Conocido por su comportamiento altamente depredador, el cabeza de serpiente se alimenta de peces, crustáceos y otras especies acuáticas. Su voracidad y su alta tasa de reproducción ponen en jaque a las especies nativas, afectando el equilibrio de los ecosistemas acuáticos e incluso a la pesca comercial y deportiva.

Las hembras pueden producir hasta 50.000 huevos por desove, que eclosionan en menos de 48 horas. Tanto el macho como la hembra protegen activamente a sus crías, mostrando agresividad inusual en especies invasoras. Esta defensa territorial asegura una supervivencia elevada de la descendencia.
El Departamento de Conservación de Misuri y el Servicio Geológico de EE. UU. advierten que el pez puede confundirse con especies locales como el bowfin. Sin embargo, se diferencia por tener una aleta anal más larga y carecer de la mancha oscura en la cola que presenta el nativo.
Frente a esta amenaza, las autoridades obligan a exterminar el ejemplar capturado. Las recomendaciones van desde decapitarlo hasta embolsarlo herméticamente. Además, promueven su consumo humano. El Departamento de Recursos Naturales de Maryland lo describe como un pez de “carne blanca, escamosa y sabrosa”.
Actualmente está catalogado como especie dañina a nivel federal, lo que prohíbe su transporte y comercialización, aunque no su ingesta. El objetivo es frenar su proliferación, que pone en riesgo la fauna autóctona y los servicios ecosistémicos en múltiples estados del país.
El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE. UU. pide a la ciudadanía reportar avistamientos, indicando ubicación y adjuntando fotografías. Aunque su erradicación total parece improbable, los expertos confían en que la colaboración pública puede ayudar a contener su expansión y mitigar futuros daños ambientales.
Referencias: Smithsonian Magazine, Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EE. UU.