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El ancestro del T. rex vino de Asia y cruzó a América del Norte hace 70 millones de años

Un nuevo estudio revela que el Tyrannosaurus rex evolucionó en América del Norte, pero su antecesor cruzó desde Asia durante el Cretácico

Autor - Aldo Venuta Rodríguez

3 min lectura

Tyrannosaurus rex cazando a un hadrosaurio en el Cretácico tardío
Reconstrucción artística del hemisferio norte durante el Cretácico final, dominado por tiranosáuridos, hadrosaurios y ceratopsianos en un entorno húmedo. Crédito: Pedro Salas y Sergey Krasovskiy

El Tyrannosaurus rex, uno de los depredadores más emblemáticos del Cretácico, tiene un origen más complejo de lo que se pensaba. Una investigación liderada por la University College de Londres concluye que el ancestro directo del T. rex llegó a América del Norte desde Asia hace más de 70 millones de años, cruzando un puente terrestre que conectaba Siberia con Alaska.

Publicado en la revista Royal Society Open Science, el estudio combina modelos evolutivos, geográficos y climáticos para rastrear los movimientos de los tiranosáuridos y sus parientes, los megaraptores. La migración se habría producido durante un período de enfriamiento global que siguió al Máximo Térmico Cretácico, hace unos 92 millones de años, una etapa que favoreció la expansión de estos dinosaurios.

Los autores sostienen que este enfriamiento climático y la extinción de grandes depredadores como los carcarodontosáuridos dejaron un vacío ecológico que permitió a los tiranosaurios escalar hasta la cima de la cadena alimentaria. Esta expansión coincidió con un aumento notable en su tamaño corporal, lo que transformó al T. rex en el coloso que dominó Laramidia, la región occidental de América del Norte.

Panorama de la evolución de faunas terrestres del Cretácico en ambos hemisferios
Panorama evolutivo que compara la diversidad de dinosaurios entre el hemisferio sur y norte tras un evento de extinción masiva en el Cretácico. Crédito: Pedro Salas y Sergey Krasovskiy

Los investigadores también cuestionan hipótesis previas que situaban el origen del T. rex exclusivamente en América del Norte. Argumentan que fósiles clave como el Tyrannosaurus mcraeensis, hallado en Nuevo México, carecen de una datación sólida. En cambio, señalan una fuerte relación genética con el Tarbosaurus, su pariente asiático.

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El trabajo también explora la evolución de los megaraptores, un grupo carnívoro menos conocido pero igual de formidable. Se estima que surgieron hace unos 120 millones de años en Asia, y posteriormente se dispersaron hacia Europa, África, Sudamérica y Australia. A diferencia del T. rex, los megaraptores desarrollaron cráneos estrechos, brazos alargados y garras de hasta 35 centímetros, lo que sugiere estrategias de caza diferentes.

Al final del Cretácico, tanto tiranosáuridos como megaraptores habían alcanzado tamaños gigantescos. El T. rex pesaba hasta nueve toneladas, mientras que los megaraptores llegaban a medir diez metros. Para los autores del estudio, esta convergencia evolutiva es resultado de un proceso de sustitución ecológica: con la desaparición de los carcarodontosáuridos, estos linajes ocuparon su lugar como superdepredadores.

El estudio también destaca el papel del clima en la evolución de estos gigantes. Es posible que su éxito en ambientes más fríos estuviera ligado a adaptaciones fisiológicas como plumas o una sangre parcialmente endotérmica. Esta capacidad habría otorgado una ventaja frente a otros dinosaurios menos adaptados a temperaturas más bajas.

Finalmente, los investigadores concluyen que la historia del T. rex es inseparable de la de sus primos, los megaraptores. Ambos representan ramas distintas de una expansión global de dinosaurios carnívoros, marcada por el cambio climático, las migraciones intercontinentales y la extinción de competidores. La evolución del "rey de los dinosaurios" es, en realidad, una historia de oportunidades biológicas en un mundo en transformación.

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Referencias: Royal Society Open Science

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