La transformación acelerada de los ecosistemas montañosos europeos por el calentamiento global y el abandono del pastoreo tradicional está afectando profundamente la biodiversidad. Un nuevo estudio publicado por la Universidad de Copenhague revela que la diversidad genética de plantas medicinales, como la Sideritis (té de montaña griego), está disminuyendo de manera alarmante, y que esta pérdida es ahora detectable desde el espacio mediante imágenes satelitales combinadas con análisis genómicos.
Investigadores analizaron datos satelitales de varias décadas junto con especímenes históricos de herbarios y muestras actuales recolectadas en once cadenas montañosas griegas. En ocho de esas regiones, detectaron una significativa reducción en la diversidad genética de la Sideritis, una planta endémica de alta montaña utilizada tanto en la medicina tradicional como en la industria farmacéutica por sus propiedades curativas.
Durante los últimos 50 años, el ascenso de temperaturas y el abandono del uso agrícola tradicional han favorecido el avance de arbustos y árboles hacia terrenos antes ocupados por pastizales abiertos. Este fenómeno, denominado “reverdecimiento de las montañas”, crea una competencia desigual que desplaza a especies especializadas y de bajo porte como la Sideritis, afectando su capacidad de subsistir.
El reverdecimiento no solo modifica el paisaje visual de las montañas, sino también su arquitectura genética. Las plantas, atrapadas en hábitats que se reducen, sufren procesos de endogamia. En algunas regiones, hasta el 20 % del genoma de los individuos analizados mostró signos de esta consanguinidad, lo que indica poblaciones más pequeñas y vulnerables.
"La diversidad genética es el seguro evolutivo de las especies", advierte David Nogués-Bravo, coautor del estudio. "Si la perdemos, reducimos la capacidad de adaptación ante enfermedades, sequías y otros factores de estrés ambiental. Es un camino directo a la extinción en el largo plazo".
Lo innovador del estudio radica en la combinación de tecnologías aparentemente dispares: la genómica de especímenes botánicos y la teledetección satelital. Gracias a ello, los investigadores lograron establecer correlaciones precisas entre el incremento de vegetación densa (detectado por satélite) y la disminución de diversidad genética en la Sideritis.
“Hasta ahora, la pérdida genética era un fenómeno invisible a gran escala”, comenta el líder del estudio, Spyros Theodoridis. “Pero con esta técnica, podemos estimar con sorprendente exactitud los efectos de los cambios ambientales sin necesidad de muestrear cada población en el terreno”.
Este avance representa una herramienta clave para monitorear regiones remotas o de difícil acceso. Además, ofrece un enfoque eficiente para establecer prioridades de conservación y detectar los puntos más críticos donde la biodiversidad genética está siendo erosionada por la presión del cambio climático.
Un elemento central del estudio fue el uso de especímenes de herbario recolectados en los años 70. Sin estas muestras preservadas, no habría sido posible comparar directamente el estado genético actual de las poblaciones con su situación histórica.
“Los herbarios son verdaderos archivos de la naturaleza”, explica Marco Thines, coautor del estudio. “Contienen las claves del pasado genético de las especies y nos permiten entender cómo han respondido a las presiones ambientales a lo largo del tiempo. Su valor para la ciencia de la biodiversidad es incuestionable”.
Este hallazgo no solo pone en evidencia una amenaza creciente, sino que también ilustra cómo la combinación de datos históricos, imágenes espaciales y ciencia moderna puede ofrecer una mirada integral sobre los procesos ecológicos en curso. Y es que, como concluye Theodoridis, “entender cómo cambian los genes es esencial para preservar la vida en sus formas más resilientes”.
Frente al avance global del reverdecimiento en zonas montañosas, los científicos hacen un llamado urgente a realizar estudios similares en otras especies y regiones del planeta. Solo así, argumentan, se podrá delinear una respuesta efectiva para conservar la base genética de la biodiversidad que sostiene los ecosistemas del mañana.