El lugar más profundo del planeta ya no es un entorno intacto. Un estudio global publicado este 30 de abril en la revista Nature confirma la presencia masiva de microplásticos en la Fosa de las Marianas, con una densidad récord: 13.500 partículas por metro cúbico de agua a 6.800 metros de profundidad. El hallazgo pone en evidencia que ni siquiera las regiones abisales del océano están a salvo de la huella humana.
El trabajo, liderado por el investigador Shiye Zhao de la Agencia Japonesa de Ciencia y Tecnología Marina-Terrestre (JAMSTEC), es el mayor esfuerzo hasta la fecha para mapear la distribución vertical de microplásticos. Entre 2014 y 2024, el equipo tomó muestras en 1.885 estaciones de muestreo repartidas por todos los océanos y profundidades del planeta. El resultado es contundente: los microplásticos están en todas partes, desde las costas hasta las fosas más profundas.
Según el estudio, la concentración y comportamiento de estas partículas varía según su tamaño. Los microplásticos más grandes (entre 100 micras y 5 milímetros) tienden a quedar atrapados en las capas superiores del océano, especialmente donde hay estratificación. En cambio, los más pequeños (menos de 100 micras) se dispersan más uniformemente a lo largo de la columna de agua y pueden llegar hasta el fondo, permaneciendo allí durante décadas o siglos.

La Fosa de las Marianas, que alcanza profundidades de hasta 11.000 metros, fue uno de los puntos de muestreo más extremos. A 6.800 metros, los científicos detectaron una media de 13.500 partículas por metro cúbico, una de las cifras más altas jamás registradas. Esto demuestra que la contaminación plástica no es superficial: se ha infiltrado hasta el corazón geográfico del planeta.
Además de su presencia física, los microplásticos parecen estar alterando procesos fundamentales en el océano. En zonas profundas como el Giro Subtropical del Pacífico Norte, los investigadores hallaron que estas partículas representan hasta el 5% del carbono orgánico particulado, un componente esencial del ciclo del carbono marino. Esta alteración podría tener consecuencias sobre la datación de sedimentos y el estudio paleoclimático basado en isótopos de carbono.
El estudio identificó hasta 56 tipos diferentes de polímeros, en su mayoría fragmentos de poliéster y nylon, procedentes de la industria textil y la pesca. Las costas siguen siendo los puntos más contaminados, pero incluso en aguas abiertas y en profundidades superiores a los 2.000 metros se encontraron cientos de partículas por metro cúbico. En el Atlántico Norte, por ejemplo, se estiman entre 11 y 21 millones de toneladas de microplásticos flotando en su capa superficial.
Los autores denuncian que, a pesar de la magnitud del problema, no existe un estándar global para medir microplásticos en el océano, lo que dificulta la comparación entre regiones y el seguimiento de largo plazo. Por ello, proponen una colaboración internacional urgente para monitorear, regular y mitigar esta forma invisible pero omnipresente de contaminación.
“El océano profundo ya no es un refugio virgen”, advierte Zhao. “Los resultados demuestran que no basta con limpiar la superficie. Hay que mirar también lo que ocurre en las profundidades, donde los plásticos pueden permanecer durante siglos y afectar a ecosistemas que apenas empezamos a conocer”.