Los tiburones han sido retratados durante décadas como depredadores implacables, responsables de ataques feroces a bañistas y buzos. Sin embargo, un estudio publicado el 25 de abril de 2025 en Frontiers in Conservation Science propone una perspectiva radicalmente diferente: algunas mordeduras de tiburón podrían ser simples actos de autodefensa activada por instinto de supervivencia.
El estudio, liderado por el Dr. Eric Clua, investigador en la Universidad PSL y experto en tiburones, analizó más de una década de datos en la Polinesia Francesa. De las 74 mordeduras registradas entre 2009 y 2023, al menos cuatro fueron probablemente motivadas por comportamientos humanos percibidos como agresivos, como la pesca submarina o el intento de manipular a los animales.
“Estas mordeduras defensivas no deben entenderse como ataques planificados”, sostiene Clua. “Son reacciones instintivas cuando el tiburón se siente amenazado. Hay que dejar de culpar al animal cuando simplemente responde a una situación de peligro.”
Los tiburones gris de arrecife, por ejemplo, son especies territoriales que podrían responder de forma agresiva si un humano invade su espacio. Según el estudio, las mordeduras de defensa propia son normalmente superficiales y no letales, algo también observado en animales terrestres como osos o aves como los casuarios.

Una revisión global de datos del Archivo Global de Ataques de Tiburón reveló que más de 300 mordeduras podrían haber sido por defensa, una cifra similar al porcentaje detectado en la Polinesia Francesa. Esto sugiere que el fenómeno no es local, sino mundial.
El mensaje del estudio es claro: evitar interacciones físicas innecesarias con tiburones. Incluso los intentos de rescate pueden interpretarse como amenazas. “No los toque, ni siquiera si parecen inofensivos. El respeto por estas criaturas es la mejor forma de evitar incidentes”, afirma Clua.
Este hallazgo podría cambiar la forma en que interpretamos los encuentros entre humanos y tiburones. Ya no se trata de temerles por instinto, sino de entender que su comportamiento está motivado por la supervivencia, no por malicia.
Referencias: Frontiers in Conservation Science - Eric Clua et al.