En el árido paisaje del oeste de Texas se alzan algunas de las montañas más altas del estado. Pero lo que las hace únicas no es solo su altura, sino su origen: están formadas por un arrecife fósil del período Pérmico, hace más de 250 millones de años. Las Montañas de Guadalupe, que se elevan sobre el desierto de Chihuahua, guardan en su interior uno de los registros geológicos más ricos de la historia marina del planeta.
Durante el Pérmico, esta región formaba parte del borde costero de un mar interior poco profundo en el supercontinente Pangea. Allí se desarrolló el Arrecife Capitán, compuesto por esponjas, algas y una variedad de especies marinas fosilizadas como bivalvos, crinoideos, trilobites y amonites. Con el tiempo, el nivel del mar descendió, y el arrecife fue enterrado por miles de metros de sedimentos. Permaneció oculto durante más de 200 millones de años.
En los últimos 20 millones de años, la actividad tectónica elevó el arrecife y los estratos más blandos se erosionaron, dejando al descubierto estas formaciones rocosas. Hoy, el Parque Nacional de las Montañas de Guadalupe, creado en 1972, protege este tesoro geológico, que continúa hacia el noreste en el Parque Nacional de las Cavernas de Carlsbad, donde el ácido sulfúrico ha tallado cuevas colosales en la roca.
Uno de los símbolos más imponentes del parque es El Capitán, un macizo de piedra caliza de 305 metros que alcanza una altitud de 2464 m s. n. m. A poca distancia se encuentra el Pico Guadalupe, el más alto de Texas con 2667 metros. Ambas formaciones son ejemplos majestuosos del antiguo arrecife.

Para quienes buscan una conexión directa con el pasado profundo, el Sendero del Arrecife Pérmico en el Cañón McKittrick ofrece una experiencia inmersiva. A medida que los visitantes ascienden por la ladera norte, atraviesan capas fósiles perfectamente visibles que cuentan la historia de un mundo sumergido en aguas cálidas y ricas en vida. Este cañón es considerado por muchos como “el lugar más hermoso de Texas”, y sus senderos son especialmente populares durante el otoño.
En el lado oeste del parque, el paisaje cambia drásticamente. Allí, dunas blancas de yeso alcanzan alturas de hasta 18 metros. Se forman por la evaporación del agua en una cuenca cerrada, donde los depósitos minerales quedan a merced del viento. En años de lluvias abundantes, la zona puede albergar un lago temporal, agregando aún más variedad a este ecosistema extraordinario.
Las Montañas de Guadalupe no solo son un paraíso para los geólogos y paleontólogos; también representan un registro tangible de la evolución del planeta y una advertencia sobre los procesos naturales que modelan la Tierra. Este rincón del oeste tejano, con sus formaciones fósiles, cuevas subterráneas, cumbres escarpadas y desiertos blancos, es un testimonio viviente del pasado más remoto de nuestro mundo.
Referencias: Parque Nacional de las Montañas de Guadalupe, Servicio Geológico de Estados Unidos, Observatorio de la Tierra de la NASA