El cometa C/2024 G3 (ATLAS) pasó a tan solo 13,5 millones de kilómetros del Sol el pasado 13 de enero, una distancia que equivale a 0,09 unidades astronómicas. Este evento astronómico lo convirtió en uno de los objetos más brillantes del cielo nocturno durante días, visible incluso a simple vista desde diversas partes del mundo, incluyendo España. Su brillo, comparable al de Venus, lo posicionó como uno de los cometas más destacados del año.
Sin embargo, recientes observaciones realizadas por el astrofotógrafo húngaro Lionel Majzik han registrado cambios significativos en el cometa entre el 18 y el 20 de enero. Las imágenes muestran que la brillante cabeza condensada del cometa se ha vuelto más difusa, un posible indicador de desintegración del núcleo. Mientras tanto, la cola se ha alargado y vuelto más brillante, pero la coma ha desaparecido, lo que refuerza la hipótesis de una fragmentación inminente.
Los cometas están compuestos principalmente de hielo y polvo. Cuando se acercan al Sol, el calor extremo provoca que el hielo se sublime directamente a gas, desestabilizando el núcleo y formando la característica coma o cabellera. En el caso de C/2024 G3, se han detectado signos de grandes grietas en su núcleo que estarían acelerando su desintegración. Este proceso podría ser irreversible, transformando al cometa en un espectáculo efímero en la historia astronómica.
A pesar de estos signos de desintegración, los expertos mantienen cautela. Tras su perihelio, los primeros informes indicaban que el cometa no había sufrido daños significativos. Ahora, con estas nuevas evidencias, es difícil predecir si C/2024 G3 podrá continuar su viaje de regreso hacia la lejana Nube de Oort, su lugar de origen, o si este será su final definitivo. Observaciones futuras serán clave para determinar el destino de este fascinante mensajero celestial.