NASA y NSIDC confirman que 2025 marca el récord mínimo de hielo marino invernal en el Ártico

El hielo marino invernal del Ártico alcanza en 2025 su extensión más baja desde que existen registros satelitales, según NASA y NSIDC

Autor - Aldo Venuta Rodríguez

4 min lectura

Barco navegando entre bloques de hielo en el Ártico
En 2025, el hielo marino invernal alcanzó su extensión más baja registrada en el Ártico, reflejando el impacto del cambio climático en los ecosistemas y la navegación polar.

La NASA y el NSIDC han confirmado que en 2025 el hielo marino invernal del Ártico alcanzó su extensión más baja desde que existen registros satelitales. El máximo anual se midió el 22 de marzo, con solo 14,33 millones de kilómetros cuadrados, cifra inferior al mínimo previo de 2017. Esta tendencia descendente preocupa a la comunidad científica, pues el hielo marino actúa como un regulador térmico fundamental para el clima global y su retroceso puede tener impactos a escala planetaria.

El retroceso del hielo ártico es el resultado de inviernos menos severos y veranos cada vez más cálidos. La disminución de hielo multianual, que es más grueso y resistente, hace que la capa de hielo sea cada vez más frágil. Menos hielo significa mayor absorción de calor por el océano, lo que acelera aún más el deshielo y puede modificar los patrones de circulación atmosférica, favoreciendo fenómenos extremos en otras latitudes.

Los científicos de la NASA y el NSIDC emplean avanzados satélites meteorológicos y sensores de microondas para medir la extensión y el grosor del hielo, incluso bajo condiciones de nubes densas. Este seguimiento ininterrumpido desde finales de los años setenta ha permitido observar una clara disminución de la cobertura helada y detectar anomalías en tiempo real, aportando una base sólida para estudios climáticos globales y regionales.

La capa de hielo fluctúa estacionalmente en el Ártico y la Antártida. Desde hace medio siglo, los satélites muestran una tendencia descendente que preocupa a la comunidad científica global. Crédito: Trent Schindler / Estudio de Visualización Científica de la NASA

El retroceso del hielo marino no solo afecta al clima, sino también a los ecosistemas polares. Especies como los osos polares, morsas y focas dependen del hielo para sobrevivir. Además, las comunidades indígenas del Ártico, que basan su modo de vida en la caza y la pesca, enfrentan crecientes desafíos por la pérdida de estabilidad y acceso a estos hábitats clave. El cambio en el equilibrio ecológico es una de las consecuencias menos visibles pero más críticas.

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El fenómeno no se limita al Ártico. En la Antártida, el hielo marino de verano se redujo a uno de los niveles más bajos jamás registrados, igualando mínimos históricos. La suma de las pérdidas en ambos polos hizo que, a mediados de febrero de 2025, la superficie global de hielo marino estuviera más de un millón de millas cuadradas por debajo de la media histórica, una cifra que equivale al área de grandes países enteros.

Especialistas advierten que este descenso histórico puede desencadenar efectos en cascada, desde el aumento del nivel del mar hasta alteraciones en la frecuencia de tormentas, cambios en las rutas migratorias y mayor liberación de gases atrapados bajo el permafrost. La vigilancia constante y la cooperación internacional resultan fundamentales para anticipar y mitigar estos riesgos, según los expertos de la NASA y el NSIDC.

En síntesis, el récord mínimo de hielo marino invernal en el Ártico durante 2025 es una alerta para la humanidad. Los datos satelitales no solo muestran un hecho puntual, sino una tendencia sostenida que demanda acción inmediata. Entender la dinámica del hielo marino es clave para diseñar estrategias globales frente al cambio climático y proteger la estabilidad ambiental del planeta.

Referencias: NASA

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