En un contexto de creciente tensión geoeconómica impulsada por la nueva ola de aranceles estadounidenses, China ha dado un paso firme para fortalecer sus alianzas en Asia. Durante una visita oficial a Hanói, el presidente Xi Jinping firmó con su homólogo vietnamita Luong Cuong un ambicioso paquete de 45 acuerdos bilaterales, que incluyen cooperación en inteligencia artificial, comercio agrícola, tecnología 5G y gestión aduanera. Una clara señal regional.
El gesto no solo estrecha los lazos entre dos gobiernos comunistas con un historial complejo, sino que también constituye una respuesta directa a las medidas proteccionistas de Washington bajo la administración de Donald Trump. En declaraciones recogidas por la agencia estatal china Xinhua, Xi denunció que la actual guerra comercial representa una amenaza para el orden económico global y los intereses legítimos de todas las naciones. Un mensaje directo a EEUU.
En una editorial conjunta publicada en medios oficiales de ambos países, el mandatario chino fue categórico: “No hay ganadores en una guerra comercial ni arancelaria”. Subrayó la importancia fundamental de defender el sistema multilateral de comercio y salvaguardar la estabilidad de las cadenas industriales y de suministro globales, un pilar clave de su discurso internacional.
La reunión con la cúpula comunista vietnamita también sirvió para promover un acercamiento económico concreto. China expresó su disposición a importar más productos vietnamitas y alentó la inversión empresarial china en territorio vecino. A cambio, Vietnam propuso convertir la transformación digital en un eje central de la relación bilateral, planteando atraer inversión tecnológica de alta calidad. Buscan profundizar lazos económicos.
El dirigente vietnamita To Lam planteó profundizar la cooperación en sectores estratégicos como los semiconductores, la inteligencia artificial y las energías renovables. Este acercamiento bilateral ocurre mientras Donald Trump endurece su postura hacia China. En abril de 2025, su gobierno anunció una suspensión temporal de 90 días en la aplicación de nuevos aranceles, pero excluyó explícitamente a China de esta pausa arancelaria.
Las tasas para productos chinos alcanzan ya hasta un 125 %, elevando significativamente el costo de exportaciones clave. Frente a esta presión económica directa desde Washington, Beijing apuesta decididamente por diversificar sus relaciones regionales y proyectar una imagen de estabilidad en su esfera de influencia inmediata, buscando alternativas y socios fiables en Asia como respuesta estratégica.
Después de Vietnam, Xi Jinping aterrizó en Kuala Lumpur, Malasia, donde fue recibido por el primer ministro Anwar Ibrahim. Allí se espera que impulse la cooperación bilateral y la expansión de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), el megaprograma de infraestructuras que busca conectar Asia, Europa y África mediante inversiones chinas. La gira, que también incluirá una visita a Camboya, constituye la primera salida internacional del presidente chino en 2025.
Esta actividad diplomática revela la prioridad estratégica que Beijing otorga al sudeste asiático en un momento de fricciones con Estados Unidos. El trasfondo es claro: frente a una política exterior estadounidense cada vez más confrontativa, China reconfigura sus alianzas regionales para mantener su influencia geopolítica y preservar el acceso a mercados clave. Utiliza una diplomacia comercial activa que combina acuerdos tecnológicos y promesas de inversión.
Xi Jinping también respalda el multilateralismo, buscando contrarrestar el aislamiento que pretende imponer Washington. La firma de los numerosos acuerdos con Vietnam representa, en este complejo contexto geopolítico, mucho más que una simple cooperación técnica bilateral: es una apuesta decidida por la configuración de un nuevo orden regional donde la hegemonía estadounidense sea menos determinante.