El crustáceo, de apenas 4 centímetros de longitud, presenta características físicas sorprendentes. Sus ojos carecen de pigmento, un rasgo típico de los organismos que habitan en total oscuridad. Sus apéndices alargados y afilados le permiten capturar presas con notable precisión, una habilidad esencial para prosperar en un ecosistema con recursos escasos.
El nombre del género, Dulcibella, rinde homenaje al personaje Dulcinea del Toboso de Don Quijote, mientras que su especie, camanchaca, hace referencia a un grupo indígena de la región andina. Este detalle taxonómico refleja la tradición de los biólogos de inspirarse en elementos culturales y literarios para nombrar nuevas especies.
Además de su apariencia única, este crustáceo destaca por su capacidad de soportar presiones abismales, equivalentes a cientos de atmósferas terrestres. Los investigadores del Instituto Milenio de Oceanografía y la Universidad de Concepción señalan que este organismo ofrece una valiosa oportunidad para estudiar cómo la vida se adapta a condiciones extremas en nuestro planeta.
La biología de este depredador abisal podría proporcionar pistas importantes para la búsqueda de vida en ambientes extraterrestres. Los científicos creen que su estudio puede ampliar nuestra comprensión sobre cómo las especies evolucionan para sobrevivir en condiciones hostiles similares, como las que podrían encontrarse en lunas heladas o planetas con océanos profundos.
Este hallazgo subraya la importancia de la investigación en las profundidades oceánicas, una frontera aún poco explorada de nuestro planeta. Los avances en tecnología de exploración submarina han permitido a los científicos acceder a estas regiones remotas y desentrañar los secretos de la vida en el abismo.