Durante más de 200 millones de años, los crocodilianos y sus ancestros han sobrevivido a los mayores cataclismos que ha conocido la Tierra. Un nuevo estudio, liderado por la Universidad de Utah y la Universidad de Oklahoma Central, ha revelado que esta resistencia evolutiva se debe a su flexibilidad ecológica: una dieta generalista y la capacidad de habitar distintos entornos. Esta combinación resultó crucial para atravesar dos extinciones masivas sin desaparecer.
Publicada en la revista Palaeontology, la investigación reconstruye la ecología dietética de los crocodilomorfos, el grupo ancestral que dio origen a los cocodrilos, caimanes y gaviales actuales. El equipo analizó fósiles de cráneos y dientes de 99 especies extintas y los comparó con 20 especies vivas, demostrando que los supervivientes de las extinciones del Triásico y el Cretácico eran generalistas oportunistas, no especialistas.
“A lo largo de la historia, los generalistas fueron los que resistieron. Comían de todo y podían adaptarse rápidamente”, explicó Keegan Melstrom, autor principal del estudio. “Mientras sus parientes más diversos desaparecían, ellos se mantuvieron y, eventualmente, evolucionaron hacia los crocodilianos que hoy conocemos”.
Aunque solemos pensar en cocodrilos como fósiles vivientes, los datos muestran una historia evolutiva rica y cambiante. Desde hipercarnívoros hasta herbívoros, los crocodilomorfos del pasado ocuparon una amplia gama de nichos ecológicos. Sin embargo, la extinción del Cretácico redujo esa diversidad a los pocos linajes generalistas semiacuáticos que conocemos hoy.
El estudio sugiere que los patrones observados en el pasado pueden ser útiles hoy. “No podemos predecir con certeza qué especies sobrevivirán al cambio climático o a la pérdida de hábitat, pero conocer qué rasgos permitieron sobrevivir en el pasado nos ayuda a tomar decisiones más informadas”, afirmó Randy Irmis, curador del Museo de Historia Natural de Utah y coautor del trabajo.
Para realizar este análisis, los investigadores viajaron a museos en siete países, recolectando información de especies actuales y fósiles de más de 230 millones de años. Estudiaron la forma de los cráneos para deducir hábitos alimenticios y patrones de caza, una tarea que les permitió reconstruir los estilos de vida de animales extintos con sorprendente precisión.
“Cuando vemos un cocodrilo hoy, deberíamos pensar en él no solo como un depredador temible, sino como un superviviente de eras enteras de cambios catastróficos”, concluyó Irmis. Para especies como el gavial del Himalaya o el cocodrilo cubano, cuya existencia hoy está amenazada, la misma flexibilidad que salvó a sus ancestros podría ser clave para sobrevivir a la sexta extinción masiva que ya vivimos.
Referencias: Palaeontology