Los primeros humanos comían plantas ricas en carbohidratos antes de evolucionar dientes aptos

Antes de adaptar su dentadura, los primeros homínidos ya habían incorporado plantas almidonadas a su dieta, revelando una flexibilidad evolutiva clave para el éxito humano

Autor - Aldo Venuta Rodríguez

3 min lectura

Evolución de dientes de homínidos de Australopithecus a Homo ergaster
Representación comparativa de la evolución dental en homínidos, basada en fósiles y reconstrucciones paleoantropológicas. De izq. a der.: Dominio público; Don Hitchcock; Fernando Losada Rodríguez (rotado)

Un nuevo estudio liderado por la Universidad de Dartmouth ha transformado la visión sobre la evolución humana al demostrar que nuestros ancestros empezaron a comer plantas ricas en carbohidratos mucho antes de que sus dientes se adaptaran para procesarlas eficientemente. Este hallazgo, publicado en *Science*, desafía la idea de que la morfología y el comportamiento evolucionan al mismo ritmo.

Los investigadores analizaron dientes fosilizados de diversas especies de homínidos que habitaron África hace millones de años, empleando técnicas de isótopos de carbono y oxígeno para rastrear el consumo de gramíneas y órganos subterráneos como tubérculos y bulbos. Descubrieron que, hace unos 3,8 millones de años, especies como Australopithecus afarensis ya consumían estos alimentos energéticos, a pesar de no contar aún con molares especializados.

Durante mucho tiempo, la antropología asumió que las adaptaciones físicas precedían a los cambios de comportamiento. Sin embargo, los resultados de este estudio indican lo contrario: la flexibilidad y la capacidad de aprovechar nuevos recursos alimenticios impulsaron la evolución, incluso sin contar con las herramientas biológicas ideales.

A medida que los antiguos humanos migraban de los bosques a las praderas, su dieta se diversificó. Las gramíneas, resistentes y ricas en almidón, y sus órganos de almacenamiento subterráneos ofrecieron una fuente energética constante, accesible y menos competitiva que la caza. Esta transición alimentaria fue fundamental para sostener cerebros cada vez más grandes y poblaciones en expansión.

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Lo más notable es que los análisis muestran un desfase de aproximadamente 700.000 años entre el inicio del consumo de estos vegetales y la aparición de dientes más largos y especializados, como los de Homo ergaster. Este fenómeno, conocido como "impulso conductual", sugiere que los comportamientos innovadores pueden preceder y, de hecho, orientar el curso de la evolución morfológica.

El estudio también comparó los hábitos de homínidos con los de otros primates coetáneos, como los teropíteos y colobinos. Todos ellos dejaron de consumir predominantemente frutas e insectos para centrarse en gramíneas, pero solo los homínidos mostraron luego adaptaciones dentales significativas, lo que evidencia su mayor capacidad de respuesta ambiental.

Los expertos destacan que este tipo de flexibilidad fue crucial para sobrevivir en entornos cambiantes. La habilidad para desenterrar y consumir tubérculos, bulbos y cormos durante todo el año permitió superar periodos de escasez y facilitó la dispersión por nuevos hábitats, favoreciendo el éxito evolutivo del linaje humano.

Además, el consumo temprano de plantas ricas en carbohidratos pudo estar relacionado con el desarrollo de herramientas líticas, ya que desenterrar raíces y procesar alimentos duros requería ingenio y cooperación social. Este vínculo entre dieta, tecnología y evolución cerebral sigue siendo objeto de intensa investigación científica.

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El trabajo señala que, incluso hoy, la base de la alimentación global descansa sobre unas pocas especies de gramíneas como el arroz, el trigo y el maíz. Esta dependencia milenaria de los carbohidratos tiene sus raíces en los cambios de conducta y adaptación iniciados por nuestros primeros ancestros, mucho antes de tener la dentadura adecuada para ello.

En definitiva, la investigación de Dartmouth aporta una nueva perspectiva sobre cómo el ingenio y la capacidad de cambiar hábitos alimenticios precedieron y facilitaron la evolución física en los primeros humanos, marcando un antes y un después en la historia de nuestra especie.

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