¿Podría una infección fúngica como la de The Last of Us pasar del terreno de la ficción a la realidad? Aunque los expertos coinciden en que una epidemia de zombis humanos no está en el horizonte, sí existen indicios preocupantes sobre la evolución de ciertos hongos que podrían representar una amenaza real, impulsada por el cambio climático. Investigadores de diversas instituciones advierten que algunas especies están desarrollando tolerancia al calor, lo cual podría eliminar una de las principales barreras que hoy las mantiene alejadas del cuerpo humano.
Tradicionalmente, la temperatura corporal humana ha actuado como un escudo natural frente a la mayoría de hongos patógenos. Sin embargo, el aumento global de las temperaturas está presionando evolutivamente a estos organismos. Estudios recientes publicados en revistas como Nature y Emerging Infectious Diseases han documentado casos de especies emergentes, como Candida auris, que ya muestran resistencia antifúngica y adaptación térmica. Detectada por primera vez en 2009, esta levadura se ha expandido por hospitales de Estados Unidos, India y Europa, con brotes difíciles de controlar.
Otro ejemplo es el hongo Coccidioides, causante de la fiebre del Valle, una infección respiratoria potencialmente grave. El CDC ha vinculado el aumento de casos en California y la expansión hacia estados del norte con el cambio climático. La sequía y el calor favorecen la liberación de esporas al aire, incrementando el riesgo de contagio humano. Modelos recientes sugieren que esta expansión continuará en las próximas décadas, afectando áreas donde antes no existía registro de esta enfermedad.
Más allá de las infecciones humanas, los hongos también amenazan los sistemas agrícolas. Según la FAO, las enfermedades fúngicas ya son responsables de grandes pérdidas en cultivos como trigo, arroz y vid. Con el calentamiento global, hongos fitopatógenos están colonizando nuevas regiones agrícolas, lo que podría poner en jaque la seguridad alimentaria mundial. La revista Nature alertó en 2023 sobre la rapidez con la que estas especies se adaptan a nuevos entornos térmicos y húmedos.
Paradójicamente, no todos los hongos son villanos. De hecho, muchos de ellos sostienen redes ecológicas complejas. Investigaciones recientes han revelado que los micelios subterráneos actúan como auténticas “autopistas biológicas” que conectan a las plantas a través de una red invisible. Estas estructuras permiten el intercambio de nutrientes y carbono, funcionando como redes logísticas naturales. Este fenómeno, conocido como simbiosis micorrízica, está presente en más del 70 % de las especies vegetales del planeta y ha existido desde hace más de 450 millones de años.
No obstante, los investigadores advierten que la línea entre cooperación y amenaza puede diluirse si las condiciones ambientales cambian bruscamente. En palabras del microbiólogo Jim Kronstad, de la Universidad de Columbia Británica: “Los hongos son extraordinarios por su adaptabilidad. Lo que hoy es inocuo, mañana podría ser letal si las presiones evolutivas siguen aumentando.” Kronstad ha sido una de las voces más activas en vincular el cambio climático con la evolución de hongos capaces de sobrevivir a temperaturas superiores a 37 °C, el umbral del cuerpo humano.
La posibilidad de un “apocalipsis fúngico” al estilo The Last of Us sigue siendo remota, pero los indicios acumulados son suficientes para encender alertas. La ciencia no habla de zombis, pero sí de patógenos más resistentes, infecciones más frecuentes y un equilibrio ecológico alterado. En este contexto, comprender el rol de los hongos en la biosfera y anticipar su evolución se vuelve una tarea urgente para la salud pública, la agricultura y la biodiversidad global.
Referencia: El hongo de 'The Last of Us' es ahora más realista y aterrador (National Geographic España)