Durante décadas, los pterosaurios han sido retratados casi exclusivamente como los señores alados del Mesozoico. Sin embargo, nuevas evidencias fósiles han revelado que estos antiguos reptiles voladores también prosperaban en tierra firme. Un estudio liderado por la Universidad de Leicester y publicado en Current Biology ha logrado asociar huellas de hace más de 160 millones de años con grupos específicos de pterosaurios, revelando su transición ecológica hacia un estilo de vida más terrestre.
El equipo científico empleó modelado tridimensional, análisis detallados y comparaciones con esqueletos fósiles para identificar tres tipos diferentes de huellas fósiles. Cada una de ellas corresponde a linajes distintos de pterosaurios, lo que permite una reconstrucción más precisa de sus comportamientos y hábitats. Este descubrimiento marca un hito, al ser la primera vez que se logra vincular directamente las huellas con los animales que las dejaron.

Un cambio ecológico entre los gigantes del cielo
El estudio señala que algunos grupos de pterosaurios comenzaron a adaptarse a la vida terrestre durante el Jurásico medio, hace aproximadamente 160 millones de años. Este cambio les permitió explorar nuevos nichos ecológicos, coexistiendo con otras criaturas terrestres, incluidos los dinosaurios. Las huellas identificadas abarcan desde zonas costeras hasta ambientes interiores, lo que sugiere una diversificación conductual significativa.
Entre los grupos identificados están los neoazhdarchianos, conocidos por especies como Quetzalcoatlus, con envergaduras de hasta 10 metros. Sus huellas indican que caminaban frecuentemente sobre tierra, y algunas incluso se extienden hasta poco antes del evento de extinción masiva de hace 66 millones de años. Esto refuerza la hipótesis de que estos gigantes no eran solo voladores imponentes, sino también criaturas adaptadas al suelo firme.
Robert Smyth, autor principal del estudio, destacó la importancia de estas pistas fósiles: "Las huellas revelan no solo cómo se movían, sino también cómo interactuaban con su entorno. Nos permiten ver una faceta terrestre de criaturas tradicionalmente vinculadas al cielo".

Costas fangosas y mandíbulas como peines
Otro grupo identificado fueron los ctenocasmatoideos, pterosaurios con mandíbulas largas y dientes finos que probablemente se alimentaban vadeando por costas y lagunas poco profundas. Las huellas que dejaron en sedimentos costeros demuestran que estos animales eran más abundantes de lo que sugieren los escasos restos óseos conservados.
Este hallazgo cambia la percepción sobre su abundancia y ecología. Se estima que estos pterosaurios especializados en pescar presas pequeñas desde zonas fangosas eran comunes en ambientes litorales durante el Jurásico y Cretácico temprano.
El patrón de distribución de estas huellas apoya la hipótesis de que las adaptaciones al suelo no fueron excepcionales, sino parte de una estrategia evolutiva diversificada entre múltiples linajes de pterosaurios.
Pruebas fósiles directas de autores identificados
Un tercer tipo de huella coincide con capas de roca que también conservan esqueletos de pterosaurios conocidos como dsungaripteridos. Estos animales presentaban mandíbulas curvas, sin dientes frontales pero con molares redondeados al fondo, ideales para triturar mariscos y presas de caparazón duro.
Estas huellas fueron halladas junto a restos esqueléticos en los mismos estratos geológicos, proporcionando una asociación directa entre fósil y autor. Esto fortalece enormemente la fiabilidad de la identificación paleobiológica.

Nuevas claves para reconstruir la vida mesozoica
David Unwin, coautor del estudio, declaró: "Han pasado 88 años desde que se descubrieron las primeras huellas de pterosaurios. Finalmente, podemos decir con certeza quién las hizo y cómo". Esta afirmación resume el impacto histórico del estudio para la paleontología.
Además, Smyth añade que las huellas suelen ser subestimadas, pero pueden proporcionar información única sobre locomoción, comportamiento y distribución ecológica que los restos óseos no revelan por sí solos. Este nuevo enfoque sugiere que muchas adaptaciones ecológicas de los pterosaurios pueden haber dejado su marca más clara en la tierra que en el aire.
El trabajo pone en evidencia cómo las tecnologías modernas, como el modelado 3D y los análisis biomecánicos, pueden revalorizar fósiles previamente subestimados. Las huellas, silenciosas pero persistentes, hablan ahora con más claridad sobre la vida en la era de los dinosaurios.
Referencias: Universidad de Leicester, Current Biology (DOI: 10.1016/j.cub.2025.04.017)