Un nuevo estudio del University College de Londres (UCL) advierte que intensificar el uso de tierras agrícolas ya existentes —mediante fertilizantes, pesticidas u otras técnicas para aumentar el rendimiento— puede tener consecuencias más perjudiciales para la biodiversidad local que simplemente expandir el área agrícola. Este hallazgo desafía una de las premisas más aceptadas en política agraria: que producir más en menos espacio es siempre la opción más sostenible.
Los investigadores, liderados por la Dra. Silvia Ceaușu del Centro de Investigación sobre Biodiversidad y Medio Ambiente de la UCL, concluyen que ni la expansión ni la intensificación son universalmente mejores o peores para la biodiversidad. En cambio, los efectos dependen de factores como la región geográfica, el tipo de cultivo y la vegetación natural circundante. El trabajo fue publicado en la revista Nature Ecology & Evolution.
“Nuestros datos muestran que la intensificación puede degradar la biodiversidad incluso más que eliminar directamente la vegetación natural en ciertas zonas”, explica la Dra. Ceaușu. “Cerrar la brecha de rendimiento en las tierras existentes puede tener un coste ecológico mayor del que se había asumido”.
El equipo realizó una evaluación global utilizando bases de datos sobre biodiversidad, tipos de vegetación natural y rendimientos agrícolas. Se enfocaron en zonas productoras de los cultivos más relevantes a nivel mundial: maíz, arroz, trigo y soja, que en conjunto representan más de la mitad de las calorías consumidas en el planeta.
Para evaluar el impacto sobre la biodiversidad, analizaron tres parámetros clave: la riqueza de especies (número de especies distintas), la abundancia (cuántos individuos de cada especie hay) y su distribución geográfica. La comparación se hizo entre zonas agrícolas y las áreas naturales cercanas.

Los resultados muestran que tanto la expansión como la intensificación afectan negativamente la biodiversidad, pero el grado y tipo de impacto varían significativamente según el contexto. En algunas regiones, intensificar cultivos como el maíz resultó más dañino que expandir el área cultivada, mientras que en otras ocurrió lo contrario.
“Los actuales enfoques globales que promueven exclusivamente el uso de tierras ya establecidas pueden simplificar en exceso una realidad ecológica muy compleja”, señala el coautor David Leclère, del Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados de Austria. “Lo que funciona en un país puede fracasar en otro. Se necesita un enfoque más localizado y basado en datos específicos de cada paisaje”.
El estudio subraya que estas observaciones no justifican convertir tierras naturales intactas en áreas agrícolas. Por el contrario, el profesor Tim Newbold, también coautor, aclara que proteger paisajes no modificados sigue siendo vital. “No promovemos la expansión a expensas de ecosistemas vírgenes, sino entender las consecuencias de cada tipo de uso de suelo y buscar un equilibrio realista entre producción de alimentos y conservación de la biodiversidad”.
Los investigadores también sugieren que las prácticas de intensificación podrían ser más sostenibles si se adoptan técnicas como el control biológico de plagas, la reducción de insumos químicos o el mantenimiento de franjas verdes entre campos. Para los consumidores, recomiendan reducir el desperdicio alimentario y disminuir el consumo de carne como acciones con impacto tangible sobre la demanda de tierra agrícola.
Este trabajo fue financiado por el Fondo de Investigación de Desafíos Globales del Reino Unido, a través del Centro de Comercio, Desarrollo y Medio Ambiente. Su enfoque ofrece una advertencia oportuna: no existe una solución agrícola única que sirva para todos los territorios. La sostenibilidad, en este campo, es profundamente contextual.
Referencias: University College de Londres | DOI: 10.1038/s41559-025-02691-x | Publicado en: Nature Ecology & Evolution