Un estudio publicado hoy en la revista Science y liderado por el Laboratorio de Ornitología de Cornell revela que muchas especies de aves en América del Norte están disminuyendo más rápidamente precisamente en los lugares donde siempre han sido más abundantes. La investigación, basada en 36 millones de avistamientos registrados por voluntarios del programa eBird, ofrece un mapa de alta resolución sobre el declive y la recuperación de 495 especies desde 2007 hasta 2021.
Los investigadores integraron observaciones ciudadanas con datos satelitales y avanzadas herramientas de aprendizaje automático para generar un análisis sin precedentes. El hallazgo más preocupante: el 83 % de las especies muestran declives más severos en los lugares donde tradicionalmente eran más comunes, sugiriendo que los ecosistemas que una vez fueron ideales están sufriendo alteraciones profundas.

Crédito: Steve Wickliffe; Laboratorio de Ornitología de Cornell | Biblioteca Macaulay
“No se trata de fluctuaciones menores. Vemos declives poblacionales donde antes había abundancia”, afirmó la autora principal Alison Johnston, estadística ecológica y profesora en la Universidad de St. Andrews. “Esto indica que están ocurriendo transformaciones importantes en la naturaleza que debemos comprender y abordar cuanto antes”.
El análisis ofrece un nivel de detalle sin precedentes, con mapas poblacionales de 27 km por 27 km, lo que permite a científicos y conservacionistas enfocar sus esfuerzos en regiones críticas. Este enfoque revela que casi todas las especies (97 %) tienen zonas donde sus poblaciones crecen, abriendo oportunidades para entender qué factores impulsan el éxito local y cómo replicarlo.
“Por primera vez, podemos ver con claridad los contrastes espaciales dentro de una misma especie”, explicó Amanda Rodewald, directora del Centro de Estudios de Poblaciones Aviares de Cornell. “Esto es un cambio radical para la conservación, ya que permite decisiones más inteligentes y específicas sobre dónde actuar”.
Las aves de pastizales y las que habitan la tundra ártica enfrentan tendencias particularmente alarmantes. En contraste, algunas especies han encontrado refugio en regiones donde antes eran escasas, lo que podría indicar recuperación natural o efecto positivo de acciones de conservación.

Crédito: Daniel Grossi; Laboratorio de Ornitología de Cornell | Biblioteca Macaulay
Además del valor científico, el estudio destaca el poder de la ciencia ciudadana. “Sin la colaboración de millones de observadores voluntarios, este trabajo no habría sido posible”, dijo Daniel Fink, estadístico del laboratorio y coautor del estudio. El equipo empleó modelos causales de aprendizaje automático y más de medio millón de simulaciones, acumulando más de 6 millones de horas de cómputo.
El trabajo fue financiado por instituciones como la Fundación Leon Levy, la Fundación Wolf Creek y la National Science Foundation. El procesamiento de datos fue posible gracias a recursos como Bridges2 (Pittsburgh Supercomputing Center) y Anvil (Universidad de Purdue).
Referencias: Johnston et al., 2025, Science, DOI: 10.1126/science.adn4381