La primera aparición documentada de esta isla se remonta a mayo de 1861, según registros históricos. Desde entonces, su aparición ha sido esporádica, generando curiosidad y misterio entre investigadores de todo el mundo. Científicos especializados en geología marina sugieren que estas fluctuaciones están relacionadas con la actividad tectónica y volcánica de la región, especialmente con los volcanes de lodo presentes en el mar Caspio y en el este de Azerbaiyán.
En 2023, la isla volvió a emerger como resultado de una erupción volcánica. Sin embargo, hacia finales de 2024, gran parte de su estructura quedó nuevamente sumergida bajo las aguas. Este comportamiento cíclico parece estar vinculado a la presión ejercida por las placas tectónicas arábiga y euroasiática, que convergen en la región.
Los volcanes de lodo, una característica distintiva del área, podrían ser la clave para comprender la naturaleza de esta isla fantasma. En la región se han identificado más de 300 de estos volcanes, muchos de los cuales se encuentran activos, liberando gases y materiales que alteran el lecho marino. Estas erupciones no solo forman nuevas islas temporales, sino que también pueden modificar la topografía submarina.
Además de su importancia geológica, este fenómeno resalta los desafíos que enfrentan los científicos para monitorear cambios rápidos en el paisaje marino. Las imágenes capturadas por los satélites de la NASA han sido fundamentales para documentar y analizar el comportamiento de esta misteriosa isla.
Los expertos continúan investigando si estos eventos son exclusivos del mar Caspio o si podrían replicarse en otras regiones con características tectónicas similares. Por ahora, la isla fantasma sigue siendo un recordatorio de las fuerzas dinámicas que moldean nuestro planeta, visibles incluso en los lugares más aparentemente estables.