Las termitas podrían ser clave para salvar las selvas tropicales replantadas

Un estudio sugiere que trasplantar termitas a bosques reforestados podría acelerar su recuperación y mejorar su salud ecológica

Autor - Aldo Venuta Rodríguez

4 min lectura

Bosque antiguo en la selva tropical de Daintree, Australia
Vista de un bosque primario bajo un cielo cubierto en la región tropical de Daintree, donde se llevó a cabo parte del estudio ecológico. Crédito: Baptiste Wijas / Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas

Aunque a menudo se les teme por su capacidad para devorar madera, las termitas podrían convertirse en aliadas esenciales para restaurar la salud de las selvas tropicales replantadas. Un nuevo estudio liderado por el Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas, publicado el 6 de mayo de 2025 en la Journal of Applied Ecology, concluye que los bosques tropicales jóvenes tienen una baja actividad de termitas, lo que ralentiza la descomposición y, por ende, el reciclaje de nutrientes y carbono en el ecosistema.

Montículo de termitas Microcerotermes en forma de huevo
Estructura de termitas con forma ovalada observada en el sotobosque, indicativa de la presencia de Microcerotermes en zonas reforestadas. Crédito: Amy Zanne / Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas

La investigación se centró en la selva tropical de Daintree, en Australia, donde los científicos compararon un bosque antiguo con dos zonas reforestadas desde 2010 y 2014. En cada lugar colocaron bloques de madera durante cuatro años para evaluar la actividad de termitas y hongos. El resultado fue sorprendente: las termitas estaban presentes pero eran mucho menos activas en los bosques replantados, incluso más de una década después de su recuperación.

“Plantamos árboles, pero olvidamos a los descomponedores”, advirtió Baptiste Wijas, autor principal del estudio. Según el análisis, aunque los hongos se adaptan rápidamente al nuevo entorno, las termitas tardan más en establecer colonias saludables. Su lenta recuperación compromete el ciclo del carbono y la fertilidad del suelo, dos factores cruciales para que un bosque joven se convierta en un ecosistema maduro y funcional.

Bloques de madera distribuidos en un bosque joven para análisis de termitas y hongos
Diseño experimental con bloques de madera dispuestos en el suelo para evaluar la descomposición por termitas y hongos a lo largo del tiempo. Crédito: Amy Zanne / Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas

La ausencia de madera muerta, esencial para la vida de estos insectos, es uno de los factores clave. Amy Zanne, coautora del trabajo, propone una solución innovadora: trasplantar troncos viejos desde bosques primarios a los reforestados. Estos servirían como refugio y fuente de alimento, fomentando el asentamiento de nuevas colonias. Incluso se plantea trasladar montículos de termitas enteros como parte del proceso de restauración, una técnica aún no explorada a gran escala.

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Bloque de madera con hongos creciendo sobre él
Bloque experimental cubierto de hongos y musgo, muestra del proceso natural de descomposición en ambientes forestales. Crédito: Amy Zanne / Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas

Las termitas cumplen un papel ecológico subestimado. No solo degradan la madera y reciclan nutrientes, sino que podrían retener carbono en sus nidos y colaborar con bacterias fijadoras de nitrógeno, fundamentales para el crecimiento de los árboles. El equipo también sugiere que su presencia podría favorecer el regreso de otros organismos, como insectos, lagartijas o pequeños mamíferos, que dependen directa o indirectamente de ellas.

El estudio fue desarrollado por un consorcio internacional de científicos, con participación de la Universidad James Cook, el Museo de Historia Natural de Londres, la Universidad de California, y otras instituciones australianas y estadounidenses. El experimento se llevó a cabo en condiciones extremas, desde sequías e incendios hasta un “ciclón zombi” que puso a prueba la resiliencia del equipo de campo.

Comparación entre un bosque replantado y uno antiguo en la selva tropical
omparación visual entre un ecosistema reforestado (izquierda) y un bosque maduro sin intervención reciente (derecha). Crédito: Amy Zanne y Abbey Yatsko

Los resultados desafían la idea de que plantar árboles es suficiente para restaurar un bosque tropical. Según Wijas, “un ecosistema saludable necesita más que árboles: necesita sus ingenieros ocultos”. A medida que la reforestación se convierte en una herramienta clave contra el cambio climático, integrar a los descomponedores en los planes de restauración podría marcar la diferencia entre un bosque que crece... y uno que realmente vive.

Referencias: Cary Institute of Ecosystem Studies, Journal of Applied Ecology, Rainforest Rescue Australia

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