La NASA ha dado un paso más en la comprensión de la vida y muerte de las estrellas. Un nuevo estudio, liderado por investigadores del Instituto Tecnológico de Israel (Technion) y del Centro Goddard de Vuelos Espaciales, ha utilizado datos del Observatorio de rayos X Chandra para reconstruir la historia de una estrella que colapsó hace más de un millón de años y dio origen a un agujero negro.
El sistema estelar en cuestión, llamado GRO J1655-40, está formado por un agujero negro con una masa siete veces mayor que la del Sol y una estrella compañera de aproximadamente la mitad de la masa solar. Sin embargo, el sistema no siempre fue así. En sus orígenes, contenía dos estrellas masivas que evolucionaron de forma dramática: una de ellas agotó su combustible y explotó en una supernova, dejando tras de sí un agujero negro.
Según los autores del estudio, durante la explosión, los restos de la estrella colapsada contaminaron la atmósfera de su compañera. Este material, rico en elementos pesados, es clave para entender cómo era la estrella antes de su destrucción. Posteriormente, la intensa gravedad del agujero negro comenzó a extraer materia de la estrella superviviente, formando un disco de acreción desde el cual se lanzan potentes vientos al espacio.
Fue precisamente ese viento el que permitió a los astrónomos obtener datos espectrales con el telescopio Chandra en 2005. Al analizar la luz de rayos X y compararla con modelos teóricos, el equipo identificó la presencia de al menos 18 elementos, incluyendo silicio, hierro, níquel, cobalto y magnesio. La distribución de estos elementos reveló que la estrella original tenía alrededor de 25 masas solares y era significativamente más rica en metales que el Sol.
"Esta es una forma de arqueología estelar", explicó Noa Keshet, autora principal del estudio. "Al estudiar el material expulsado y capturado por el agujero negro, podemos reconstruir las propiedades de la estrella que explotó hace mucho tiempo". La investigación, publicada en *The Astrophysical Journal* en mayo de 2024, abre nuevas posibilidades para explorar otras supernovas en sistemas binarios similares.
El sistema GRO J1655-40 se encuentra dentro de la Vía Láctea, a unos 11.000 años luz de la Tierra. Su comportamiento ha sido observado desde hace décadas, pero solo ahora se ha podido realizar un análisis tan detallado de los elementos presentes en sus vientos. Este avance técnico fue posible gracias a la capacidad del telescopio Chandra para descomponer la luz de rayos X en espectros precisos, permitiendo distinguir firmas químicas individuales.
El programa Chandra es gestionado por el Centro Marshall de Vuelos Espaciales de la NASA en Alabama, mientras que las operaciones científicas son coordinadas desde el Observatorio Astrofísico Smithsoniano en Massachusetts. Este telescopio ha sido fundamental para descubrir los procesos más energéticos del universo, como supernovas, agujeros negros y colisiones de estrellas de neutrones.
Este nuevo estudio demuestra cómo las técnicas de observación espacial permiten a los científicos practicar una arqueología cósmica, desenterrando historias enterradas en los residuos de antiguas estrellas. En lugar de excavar ruinas, los astrónomos leen la luz emitida por elementos químicos, revelando los vestigios de eventos violentos ocurridos hace millones de años.
Los investigadores esperan aplicar esta misma técnica a otros sistemas binarios en la galaxia para trazar un mapa más completo del ciclo de vida estelar. La luz de rayos X se convierte así en una herramienta para reconstruir catástrofes cósmicas y comprender mejor la evolución de los objetos más extremos del cosmos.