Un nuevo estudio ha revelado que los cambios proyectados en el uso del suelo para el año 2070 en la cuenca media del río Chattahoochee, al sureste de Estados Unidos, podrían deteriorar significativamente la calidad del agua potable. Utilizando el modelo hidrológico SWAT, los investigadores analizaron cómo la urbanización podría aumentar la concentración de sedimentos y nitrógeno en las tomas de agua, especialmente en comunidades pequeñas con cuencas más vulnerables.
El trabajo destaca la importancia crítica de conservar la cubierta forestal. Los bosques, a diferencia de los terrenos agrícolas o urbanizados, ofrecen beneficios hidrológicos esenciales: filtran contaminantes, reducen la erosión, moderan las temperaturas del agua y estabilizan los cauces. La pérdida de estos ecosistemas naturales, cuando se convierten en desarrollos urbanos, incrementa la escorrentía y la contaminación.
La cuenca media del Chattahoochee, que abastece a más de 690.000 personas a través de 15 tomas de agua superficial, enfrenta una creciente presión por el desarrollo. En 2019, aproximadamente el 60 % de esta cuenca estaba forestado. Sin embargo, para 2070, los escenarios proyectan una expansión urbana considerable, con una reducción de hasta el 20 % en la cobertura forestal en algunas subcuencas clave.

Los resultados mostraron que los escenarios con mayor desarrollo generaron aumentos sustanciales en la carga de sedimentos y nitrógeno, especialmente en subcuencas menores a 1.000 km². Estas áreas tienden a estar asociadas a comunidades rurales con menos recursos para enfrentar el deterioro de la calidad del agua, lo que subraya la necesidad urgente de estrategias de conservación forestal localizadas.
No obstante, el estudio también reveló que la conversión de tierras agrícolas a bosques o desarrollos de baja intensidad puede, en ciertos casos, mejorar la calidad del agua. Este hallazgo sugiere que una planificación territorial cuidadosa podría mitigar algunos de los impactos negativos esperados del crecimiento urbano.
Los investigadores recomiendan integrar estos modelos de cambio de uso de la tierra con análisis económicos para calcular los costos de tratamiento de agua potable y evaluar soluciones como pagos por servicios ecosistémicos. Además, el modelo SWAT podría emplearse para medir la eficacia de infraestructura natural, como franjas ribereñas, en la protección de la calidad del agua.
Las conclusiones resaltan que proteger las fuentes de agua no debe depender únicamente de tecnologías de tratamiento, sino también de una gestión territorial estratégica. La implementación de políticas que conserven los bosques podría ser clave para garantizar el acceso a agua potable segura en las próximas décadas, especialmente en regiones que enfrentan presiones de urbanización acelerada.
Este estudio fue financiado por el Departamento de Agricultura de EE. UU. (USDA) y demuestra cómo las herramientas de modelado como SWAT pueden informar decisiones de planificación territorial, conservación y manejo de recursos hídricos en un contexto de cambio global.
Referencias: Nature Scientific Reports