El estudio, liderado por Jasmine Saros, investigadora del Instituto de Cambio Climático de la Universidad de Maine, revela cómo estos lagos han cruzado un punto de inflexión ecológica. Los eventos climáticos extremos desencadenaron el deshielo del permafrost, liberando grandes cantidades de carbono y metales hacia los lagos.
A medida que la materia orgánica y los metales ingresaron al agua, los lagos se oscurecieron y alteraron su funcionamiento ecológico. La reducción de luz en sus aguas disminuyó la biodiversidad de organismos clave como el fitoplancton, cambiando el rol de los lagos de sumideros de carbono a fuentes de emisiones.
Este fenómeno, único por su velocidad e impacto, también representa un desafío para las comunidades locales. La calidad del agua potable disminuyó, y los riesgos para la salud aumentaron debido a la exposición a contaminantes liberados por el deshielo del permafrost.
El equipo de Saros destacó cómo el monitoreo a largo plazo permitió capturar este evento sin precedentes. Las observaciones remotas y los datos de campo son fundamentales para entender el impacto del cambio climático en ecosistemas sensibles como Groenlandia.
Con fenómenos extremos en aumento, los científicos buscan comprender mejor la recuperación de estos ecosistemas y cómo preparar a las comunidades locales para futuros desafíos.